Perspectiva de la Evolución Política de la República Argentina
[S.E.P.A./Diario El Peso] La Revolución de Mayo de 1810, no derivó en forma inmediata en la independencia argentina. Tuvieron que pasar seis difíciles años para que un 9 de Julio de 1816 en Tucumán se diera nacimiento a la República Argentina.
La organización nacional quedará pendiente hasta 1853, cuando luego de la caída de Juan Manuel de Rosas se dicta la Constitución Argentina inspirada en las “Bases y puntos de partida para la organización nacional” del pensador tucumano Juan bautista Alberdi. La organización culminará recién en 1860 con la incorporación de Buenos Aires a la Confederación.
A partir de esa fecha y hasta el centenario, una democracia restringida y endeble, una república imperfecta y un federalismo más retórico que práctico acompañarán al más notable desarrollo económico del país, transformado en lo que muchos llamaron “el granero del mundo”.
La llegada de importantes corrientes inmigratorias que se incorporaron a la vida económica y social de la Nación a fines del siglo XIX, comenzarán a reclamar su participación en la vida institucional, lo que recién se logra con el dictado de la Ley Sáenz Peña sancionada en 1912. El triunfo en 1916 de la Unión Cívica Radical marca un hito histórico en el año del centenario de la independencia. La ley Sáenz Peña había impuesto el voto universal secreto y obligatorio y la vida institucional argentina da nacimiento por primera vez a una democracia más participativa, aunque excluyendo al voto femenino.
Tres derrotas electorales consecutivas a manos del Partido Radical, impulsaron a la clase conservadora, a terminar con la democracia argentina apoyando un golpe militar ocurrido un nefasto 30 de Septiembre de 1930. La democracia incipiente había terminado. La evolución institucional detiene su marcha, retrocede.
Hasta este momento los desafíos de la Nación habían sido superados, aún con muchas dificultades. La guerra por la emancipación culmina con la declaración de la independencia en Tucumán. Las guerras fraticidas por la organización nacional concluyen con el dictado de la Constitución de Alberdi. La lucha por la Democracia que había logrado el dictado de una ley que imponía el voto universal, secreto y obligatorio será truncada con aquel nefasto golpe militar del célebre y triste General José Félix Uriburu.
Desde 1930, hasta 1983, se puede sintetizar la historia Argentina como un largo y cada vez más sangriento enfrentamiento, que tiene como eje la distribución de la renta nacional y el control de los recursos naturales del país. Inserto este conflicto a partir de 1945 en el contexto de la guerra fría, los golpes militares argentinos serán funcionales a la denominada “doctrina de la seguridad nacional” impuesta para el hemisferio, por los Estados Unidos.
El surgimiento de una expresión populista [el Peronismo o Justicialismo] que en un principio se embandera con políticas nacionalistas y distributivas, radicalizará la oposición, que no vacilará en recurrir a la proscripción y golpes militares. Los movimientos estudiantiles de izquierda en los años ’70 acompañarán al peronismo que eclosionará en una interna con extremos ideológicos de izquierda y derecha. Todo ello culminará con el golpe más cruento de la historia Argentina ocurrido el 24 de Marzo de 1976.
Decenas de miles de desaparecidos, un endeudamiento externo que en el año 1983 superará los 45.000 millones de dólares [producto del financiamiento otorgado al gobierno ilegítimo por la banca internacional] y una absurda guerra para recuperar las Islas Malvinas bajarán el telón de esta tragedia argentina.
En 1983 se comenzará a recuperar la senda institucional. Las primeras elecciones libres, amplias y sin proscripciones darán como ganador al Partido Radical, curiosa revancha histórica de aquel lejano 1930. Ha nacido la democracia electoral en el marco de un régimen hiper presidencialista, que sin embargo ha tolerado cierta alternancia partidaria [presidentes radicales y justicialistas ocuparán la primera magistratura] y también ha resistido diferentes posturas ideológicas, incluso entre los presidentes de un mismo partido. |