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Abril 2023
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El Siniestro Universo 25

[Artemio Gris] Imagine una comunidad que, sin saberlo, es encerrada en un escenario controlado para estudiar sus reacciones bajo diferentes condiciones. ¿Qué pasaría si un grupo de individuos es colocado en un espacio con suficiente agua y comida para que vivan y se reproduzcan sin restricciones?

John Bumpass Calhoun (1917-1995) fue un etólogo e investigador del comportamiento estadounidense, que fue reconocido por estudiar el fenómeno de la densidad de la población y sus efectos sobre el comportamiento humano. Sus investigaciones, sin embargo, se desarrollaron estudiando el comportamiento de ratas y ratones. Luego de numerosos experimentos el científico concluyó que era posible asimilar las conductas observadas en las comunidades de los roedores a las comunidades humanas, aunque de manera conjetural. Dicho en otras palabras, para Calhoun, el comportamiento de las ratas podría tranquilamente trasladarse a los grupos humanos si se los colocara en similares condiciones.

Este científico, que integraba una suerte de avanzada de pensadores de diferentes disciplinas -entre ellas, además de etólogos: sociólogos, psicólogos conductistas, antropólogos, etc.-, se propuso realizar sus experimentos para demostrar los efectos de la superpoblación en las comunidades humanas. Con ese propósito creó un ecosistema artificial (en rigor, varios de manera sucesiva a los largo de décadas) destinado a ratas y ratones a los que no les faltaba nada. Los roedores vivían en una suerte de paraíso en el que disponían de todo lo que deseaban: nidos confortables, alimentos y agua sin restricciones, aserrín, materiales plásticos y madera para roer, laberintos de tubos para desplazarse, etc. El único bien que podría llegar a ser escaso, si su población crecía de manera exponencial, sería el espacio. De esta forma, toda conducta de las ratas y ratones en estas condiciones sólo podría ser atribuida a la superpoblación y no a otro factor.

¿Qué dice Wikipedia?


Rattus


John B. Calhoun


Drenaje Conductual

Calhoun trabajaba en esta idea desde 1947 para el Instituto Federal de Salud Mental o National Institute of Mental Health (o NIMH por sus siglas en inglés), una agencia del Gobierno Federal de los Estados Unidos dedicada a las investigaciones biomédicas y del comportamiento humano que tiene un presupuesto superior a 1000 millones de dólares anuales (en 2005, por ejemplo, su presupuesto fue de 1400 millones de dólares). En este ámbito Calhoum realizó desde entonces numerosos ensayos similares, hasta que llevó su experimentación  al límite en la versión número 25 de sus pruebas, de ahí el sugestivo nombre de Universo 25 la que fue realizada a partir de 1968.

En julio de 1968, Calhoun colocó ocho ratones (cuatro machos y cuatro hembras), en un espacio de 7 (siete) metros cuadrados; una suerte de edén utópico de bienestar en el que los animalitos sólo tenían que dar rienda suelta a sus pasiones desenfrenadas y vivir la vida sin mayores preocupaciones.

¿Qué pasó con este grupo de simpáticos roedores colocados en esta suerte de Disneylandia ratonil? En pocas semanas el grupo de ratones se elevó a decenas y aproximadamente un año después, para agosto de 1969 la comunidad estaba integrada por 620 ratones, lo que significa que el número de animales se iba duplicando aproximadamente cada dos meses.

Puede afirmarse que, en este período, el crecimiento inicial no fue aritmético sino geométrico y sin que se observaran comportamientos extraños en la comunidad. Pronto descubrirían que esta cifra de 620 animales era en realidad un número crítico para esta sociedad ratonil.

¿Qué había pasado? Los números posteriores luego de alcanzada esa cifra crítica, llamarían mucho la atención; pero la sorpresa llegaría por otro motivo. Cuando este ecosistema artificial alcanzó los 620 integrantes, se reveló una realidad tan atroz y desagradable que los propios investigadores la llamaron, metafóricamente, Cloaca o Drenaje Conductual.

Pero primero, analicemos los números. Cuando se llegó a 620 ratones, la comunidad siguió creciendo, pero la curva ascendente de reproducción se fue suavizando y revelando un freno sostenido que no podía atribuirse a la escasez de recursos pues la comida y el agua abundaban; ni tampoco a la falta de espacio, porque el lugar estaba calculado para sostener 3.500 habitantes. El clímax poblacional de la comunidad de ratones, en aquel pequeño paraíso, llegó hasta 2.200 individuos y a partir de entonces entró en una fase de meseta. Fue en este momento cuando las camadas de nacimientos se volvieron cada vez más escasas, mientras la mortandad ascendía. Finalmente la población de ratones abandonó la meseta e inició un abrupto descenso y el último nacimiento de la comunidad se produjo en 1970 (dos años después de iniciado el experimento) y luego se terminaron extinguiendo en 1973; dado que éstos animalitos viven como promedio entre dos y tres años.

Lo llamativo de la cifra máxima finalmente alcanzada de 2.200 ratones es que, el espacio que Calhoun había construido, como se adelantó, estaba preparado para albergar 3.500 ratones; pero la comunidad jamás alcanzó esa cifra; o sea que nunca hubo problemas reales de hacinamiento o de falta de espacio vital.

Del Paraíso al Infierno: saliendo del análisis numérico ahora podemos enfocarnos en el análisis descriptivo que los investigadores hicieron de la conducta de los ratones del Universo 25. ¿Qué observaron los investigadores en este universo 25 de ratones que generó rechazo, polémicas y hasta cierto terror atávico? ¿Por qué fue crítico el número 620?

Cuando la comunidad superó los 620 ratones, estos animales comenzaron a mostrar un comportamiento promiscuo con períodos de sexo obsesivo al que le seguían períodos de ausencia de actividad sexual. Se produjeron luchas extremadamente violentas por el poder o liderazgo entre machos alfa, apareció el incesto y el infanticidio; pues muchos ratones grandes mataban a los más pequeños para comerlos, a pesar de que no faltaba el alimento. La promiscuidad, que inicialmente consistió en la indiscriminada cruza entre machos y hembras; derivó en prácticas homosexuales que aparecieron entre los machos, que se montaban entre ellos. Las peleas mortales derivaron en la práctica del canibalismo .Luego las madres comenzaron a tener dificultades al parir y abortaban sus crías; otras empezaron a dejar morir de hambre a sus hijos recién nacidos o a devorarlos, otras madres morían en el parto. Veamos lo que nos cuenta el propio Caulhoun:

Informe de Caulhoun (Fragmento)

…Muchas [ratones hembras] no pudieron completar la preñez o sobrevivir al parto de sus crías. Un número aún mayor, después de partos con éxito, se quedó corto en sus funciones maternas dejando morir a sus crías. Entre los machos, las alteraciones de la conducta iban desde la desviación sexual hasta el canibalismo y desde la hiperactividad frenética hasta una retirada patológica de la cual los individuos emergerían para comer, beber y moverse solo cuando otros miembros de la comunidad, estaban dormidos. La organización social de los animales mostró la misma interrupción.

... La fuente común de estas perturbaciones se hizo más dramáticamente evidente en las poblaciones de nuestra primera serie de tres experimentos, en los que observamos el desarrollo de lo que llamamos un drenaje conductual. Los animales se apiñaron en grandes números en uno de los cuatro corrales interconectados en los que se mantenía la colonia. Hasta 60 de las 80 ratas en cada población experimental se reunirían en un corral durante los períodos de alimentación. Ratas individuales raramente comerían, excepto en compañía de otras ratas. Como resultado, se desarrollaron densidades de población extremas en el corral adoptado para comer, dejando a los demás con poblaciones dispersas.

... En los experimentos en los que se desarrolló el drenaje conductual, la mortalidad infantil alcanzó el 96 por ciento entre los grupos más desorientados de la población.

Un pequeño grupo de ratones parecían mantenerse al margen de la barbarie, los investigadores los llamaron como los guapos, porque dedicaban su día a atusarse el pelo, comer y dormir. Sin embargo, estos ratones no eran un atisbo de virtud en medio del caos; sino que su falta de agresividad y nula fertilidad, conjeturan los observadores, era producto de la consanguineidad.

Cuando la curva poblacional se volvió descendiente y alcanzó niveles inferiores a la cifra crítica de 620 animales, contra lo que podría preverse, no se revirtieron los comportamientos anómalos y la población continuó bajando hasta desaparecer. Aun teniendo el espacio, condiciones de temperatura y el permanente suministro de agua y comida que jamás faltó; nunca se recuperó el paraíso perdido de la etapa inicial de crecimiento y la comunidad se extinguió.

Las conjeturas sobre el universo 25: Lo que se quería probar, en concreto, qué es lo que sucede cuando una población crece hasta llegar al límite de la capacidad de su ecosistema; nunca se pudo comprobar, pues la capacidad del ecosistema de Caulhoun nunca llegó al límite dado que la cantidad máxima de ratones alcanzó la cifra de 2.200, lo que equivalía aproximadamente a dos tercios de lo que podía receptar este espacio, preparado para albergar 3.500 individuos. Los comportamientos anómalos tampoco pueden atribuirse a la superpoblación, pues aparecieron cuando la comunidad alcanzó apenas los 620 miembros y ni siquiera ocupaban un 20 % de la capacidad de la ratonera y no desaparecieron en la fase de descenso poblacional hasta su extinción.

Lo que sí se podría especular, es que la desviación de la conducta de los animales se podría atribuir a la anulación o intensa disminución o desvirtuación de los instintos básicos de supervivencia, dado que cualquier especie lucha para conseguir alimentos (siempre escasos), por defenderse de sus depredadores que regulan la cantidad de la población y por reproducirse para mantener su número estable. Al ofrecer a los ratones agua, comida y espacio suficiente; el instinto básico de supervivencia se anuló o disminuyó quedando los otros instintos básicos activos (territorialismo, agresividad e instinto sexual), sin finalidad y liberados del límite que impone la necesidad de sobrevivir. Por ejemplo, en la naturaleza el territorialismo está relacionado con la escasez de recursos y la necesidad que tiene una comunidad para controlar una parte del territorio y extraer de él su comida y hacer sus nidos. Defender el territorio tiene su costo en vidas; sin ese freno inhibitorio o guía conductual, el instinto territorial se transforma en un fin en sí mismo que deriva en violencia sin causa.

La violencia territorial causal de una comunidad de ratones en la naturaleza, se transforma en una violencia sin razón en un ecosistema en el que no escasea el territorio ni los recursos. Los machos alfa fragmentan sin necesidad a la población, se concentran en espacios reducidos dejando libre la mayor parte del predio y se genera una violencia artificial que llena el vacío de finalidad que les ofrece el mundo también artificial. El canibalismo practicado no encuentra otro sentido que el de sustituir la depredación natural que tiene cualquier especie.

Lo mismo podría decirse de la necesidad de reproducción y el instinto sexual, liberado éste último de la necesidad de mantener estable la población sin alteraciones genéticas, frente a los desafíos naturales que limitan la misma (la escasez de alimento, los depredadores, etc.); el comportamiento sexual sin esa finalidad básica, se alteró (generándose conductas promiscuas e incestuosas) al punto que derivó en la extinción del grupo, entre otras razones, por alteraciones genéticas.

¿Es factible trasladar esta experiencia a las comunidades humanas sujetas a condiciones similares, o sea, prósperas y con las necesidades alimentarias y de vivienda cubiertas? Uno de los puntos en común que se han encontrado en estas sociedades humanas, es que estas comunidades están decreciendo demográficamente, sus conductas sexuales son heterodoxas y muestran síntomas alarmantes (altos grados de violencia doméstica, una creciente pedofilia, abusos sexuales, aborto generalizado y naturalizado, incremento del consumo de drogas, incremento de violencia social de naturaleza racial o religiosa, violencia extrema con la presencia de asesinos seriales cada vez más frecuentes, etc.).

¿Podríamos conjeturar que estas comunidades humanas se encuentran en un declive irreversible? ¿Puede la violencia generada en estas comunidades trasladarse a otras? De hecho, no son las comunidades menos desarrolladas las generadoras de las guerras más cruentas durante las últimas décadas y si tomamos a todo el planeta como una gigantesca granja; la escasez de recursos del planeta y asimétrica distribución de los mismos es más artificial que real. De hecho, toda la población del mundo podría vivir en el estado de Texas y la capacidad de producción de alimentos alcanzaría y sobraría para alimentar a los 8.000 millones de habitantes del planeta. ¿No se estará convirtiendo el planeta en una gigantesca ratonera?

 

 

 

 

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