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Diciembre 2023
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Un Nuevo Cuento de Navidad

Arthur Machen (1863-1947)

[Arthur Machen] Sin lugar a dudas, la vida de Scrooge se había encendido. Diez años habían pasado desde que el espíritu del viejo Jacob Marley le había visitado y que los Fantasmas de las Navidades pasadas, presentes y futuras le habían demostrado el error de su forma de vida mezquina, ruin y grosera, convirtiéndole en el anciano más feliz del pueblo, apodado como el “Viejo Entrometido” por otros viejos amargos que nunca reverenciaron a nada ni a nadie.

Y, sin duda alguna, los viejos estaban acertados. Ebenezer Scrooge había sido un entrometido. Siempre había estado husmeando en los asuntos ajenos; así que pudo descubrir las consecuencias de sus actos sobre los demás. Muchos hombres de negocios duros se suavizaban ante la idea de Scrooge rondando en sus despachos, creyendo que la ruina se les acerca.

-Mi estimado Sr. Hardman- decía el viejo Scrooge; ni una palabra más. Tome este giro de 300 libras y úselo como mejor sepa. Usted lo podrá duplicar por mí en el plazo de 6 meses.

Podría irse riendo de ello y Charles el camarero, en la vieja taberna de la ciudad donde Scrooge cenaba, siempre decía que Scrooge le traía suerte a él y a la taberna. Todos ordenaban una buena ración de brandy caliente cuando su alegre y sonrosada cara aparecía en el lugar. Estaban en Navidad. Scrooge estaba sentado frente a su crujiente fuego, bebiendo algo tibio y confortable y discurriendo la mejor manera de llevar la felicidad al resto de la gente.

-No voy a soportar la obstinación de Bob- se decía a sí mismo. La firma de la empresa era Scrooge y Cratchit ahora- . Él hace todo el trabajo, y no es justo que un viejo inútil como yo tome más que un cuarto de los beneficios.

Un lúgubre sonido resonó a través de la vieja casa. El aire resopló heladamente y lo cálido y confortable se tornó en frío e incómodo. Scrooge bebió nerviosamente. La puerta se abrió y una forma vaga y espantosa surgió en el umbral.

-Sígueme- dijo.

Scrooge no supo con seguridad que pasó luego. Estaba en la calle. Recordaba que quería comprar algunas golosinas para sus pequeños sobrinos y sobrinas y fue a una tienda.

-Disculpe, pero pasadas las ocho -dijo el encargado- no podemos atenderlo, señor.

Vagó a través de otras calles que parecían extrañamente alteradas. Se dirigía hacia el lado oeste y comenzó a sentir frío y debilidad. Creyó que sería conveniente tomar una pequeña copa de brandy con agua y justo estaba doblando la esquina de la vieja taberna cuando salían las últimas personas y le cerraban las metálicas puertas prácticamente en la cara.

-¿Qué es lo que pasa?- preguntó débilmente al hombre que cerraba las puertas.

-Las diez pasadas- dijo secamente el tipo y apagó las últimas luces.

Scrooge pensaba que la segunda porción de pastel de carne le había dado indigestión y que todo aquello era una mera pesadilla. Le parecía que había caído en un profundo abismo de oscuridad en el que todo le era negado. Cuando volvió en sí, era el día de Navidad y la gente estaba caminando por las calles. Scrooge se encontró en esa calle y la gente se sonreía y saludaba entre sí con calidez, pero era evidente que no eran felices. Había señales de preocupación en sus rostros, señales que evidenciaban problemas del pasado y ansiedades futuras. Scrooge escuchó a un hombre suspirar al siguiente instante de desearle Feliz Navidad a un vecino. Había lágrimas en el rostro de una mujer que caminaba frente a una iglesia, toda de negro.

-¡Pobre John!- murmuraba ella.- Estoy segura que lo que lo mató fueron los problemas de dinero. Ahora está en el cielo. Pero el vicario dijo en el sermón que el cielo era un mero cuento de hadas.-

Ella gimió nuevamente.

Todo esto perturbó la paz de Scrooge. Algo parecía estar pujando en su corazón.

-Pero- dijo él- debo olvidar todo esto cuando me siente a cenar con mis sobrinos y sus jóvenes hijos.

Eran las últimas horas de la tarde; las cuatro en punto y caían las sombras. Era la hora de la cena. Scrooge encontró la casa de su sobrino. Ni una ventana tenía luces y todo estaba oscuro. El corazón de Scrooge se heló.

Golpeó una y otra vez y jaló la campana que resonó tan lánguidamente que parecía tener un pie en el sepulcro. Al final, una vieja mujer de aspecto miserable, abrió la puerta solo unas pulgadas y miró con desconfianza.

-¿El sr. Fred? –dijo-. Él y sus señora salieron al Hotel Splendid, y no volverán hasta medianoche. Los chicos están fuera, en Eastbourne.

-¡Cenando en una taberna el día de Navidad! -murmuró Scrooge-. ¿Qué terrible sino es ese? ¿Quién es tan miserable y tan desolado como para cenar en una taberna en Navidad? ¡Y los niños en Eastbourne!

El aire se tornó pesado y le pareció escuchar desde una gran distancia la voz de Tiny Tim, diciendo:

-¡Dios nos ayude, a todos y a cada uno de nosotros!-

De nuevo, el Espíritu apareció. Scrooge cayó de rodillas.

-¡Terrible Fantasma! –exclamó-. ¿Quién eres y que quieres? Habla, te lo suplico.

-Ebenezer Scrooge- replicó el Fantasma en un timbre abominable-. Soy el fantasma de las Navidades de 1920. Conmigo traigo la nota del Impuesto sobre la Renta.

El cabello de Scrooge se erizó ante esa visión. Pero se sintió peor cuando vio que la Aparición tenía huellas como las de un gigantesco gato.

-Mi nombre es Pussyfoot. También me llaman Ruina y Desesperanza- dijo el Fantasma, y desapareció.

Luego de esto Scrooge despertó y descorrió los cortinados de su cama.

-¡Gracias a Dios! -exclamó de corazón-. ¡Solo fue un sueño!

Arthur Machen (1863-1947)

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Un Nuevo Cuento de Navidad
Por Arthur Machen
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Arthur Machen: Un Navegante de la Oscuridad

[SEPA] Arthur Machen fue un escritor galés nacido en 1863 y fallecido en 1947. Su obra se inscribe en el género del Terror Fantástico que encuentra raíces en las mitologías y tradiciones celta, romana y medieval; sin embargo, puede afirmarse que su proximidad a la literatura no se limita al mero ejercicio del oficio de escribir e imaginar historias sino que se tradujo en una actitud frente a la vida, que le granjeó no pocas experiencias que hubieran sido materia de narraciones tan intensas como las que plasmó en el papel.

Actor trashumante y periodista corresponsal de guerra, tuvo trabajos siempre vinculados a la literatura, como el de lector de manuscritos del editor Ernest Benn. Desde el principio de su carrera literaria Machen expuso en sus obras sus creencias místicas de que, más allá de lo existente en el mundo ordinario se esconde otro mundo misterioso y extraño que quebranta las leyes de la lógica y la razón cotidianas. Fue iniciado en la Hermetic Order of the Golden Down (Orden Hermética de la Aurora Dorada) extraña organización ocultista integrada por escritores notables irlandeses como Bram Stoker (autor de Drácula), el poeta y Premio Nobel William Butler Yeats, el dramaturgo y también Premio Nobel George Bernard Shaw. Mucho antes habían pertenecido a esta orden la escritora británica Mary Shelley (autora de Frankestein o el moderno prometeo), el escritor, pintor y ocultista británico William Blake, entre otros notables.

¿Qué dice Wikipedia?


El Gran Dios Pan


Aurora Dorada


Narrativa Gótica

Entre las obras más representativas se encuentran “Los tres impostores”, “El Gran Dios Pan” y “El Pueblo Blanco”, siendo la segunda de ellas considerada el mejor relato fantástico jamás escrito; aunque su legado es vasto y muchos agregan a esta lista muchas otras obras de Machen como por ejemplo “Vinum Sabbati” o “El sello negro”.

Considerado como un escritor de culto, nunca tuvo fama duradera en vida, salvo por un breve período en el que, como corresponsal de guerra de la primera guerra mundial, escribió la crónica de “Los Ángeles de Moon”, en la cual relataba que las tropas británicas fueron asistidas por entidades angélicas en una batalla decisiva. Lo curioso del caso es que miles de personas atestiguaron los hechos narrados con posterioridad a su publicación y sobre todo por la inexplicable victoria británica frente a una abrumadora superioridad numérica y tecnológica de las tropas alemanas que hacía impensable su derrota. Esos testimonios narraban sobre entidades lumínicas que provocaban miles de bajas entre los alemanes que caían sin ninguna explicación.

De su pertenencia a la Golden Dawn (o Aurora Dorada) circula una anécdota ocurrida durante las reuniones de la Orden, en las cuales se adentraban en los misterios del espiritismo, una creencia muy en boga a comienzos del siglo XX, al punto que Arthur Conan Doyle (médico, militar y escritor de origen irlandés, creador de Sherlock Holmes) había cultivado toda su vida esta disciplina. Cuentan Louis Pawels y Jaqcues Bergier en el Retorno de los Brujosque, en estas reuniones contaban con la participación de un joven adepto al que consideraban como un sujeto ideal, por sus características psíquicas, para ser formado como un médium para conectarse con entidades de otras dimensiones (espíritus y demonios).

Este sujeto, intelectualmente muy rústico pero con tendencias artísticas, durante las sesiones solía entrar en trance, cambiar su voz y sufrir convulsiones como un epiléptico expulsando espuma de su boca y profiriendo sonidos similares a un idioma pero desconocido.

Finalmente terminaba la sesión y aterrorizado confesaba haber estado en contacto con ciertas entidades “superiores y desconocidas” que lo dominaban. El joven adepto finalmente se alejó del grupo y nunca más supieron de él hasta unos años después. Su nombre era Adolfo Hitler. Luego de permanecer un tiempo en la orden, Machen fue dejando de frecuentarla, hasta que antes de la guerra la organización dejó de reunirse.

En su ocaso y luego de terminada la segunda guerra mundial fue acusado de filonazi por su pertenencia a la orden hermética de la Aurora Dorada, lo que le valió en los hechos el ostracismo y el olvido; circunstancias de la cuales fue protegido por un grupo de importantes escritores -pertenecientes a la Orden- y que le ayudaron dándole una casa y financiando sus gastos. Gracias a ellos, sus cinco últimos años fueron un oasis de paz y tranquilidad hasta su muerte a la longeva edad de 88 años, ocurrida en 1947.

 

 

 

 

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