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El abrazo de "dos enemigos"

[SEPA] Dos jóvenes de la España ultramarima, uno nacido en Arequipa en el Virreinato del Perú y el otro en Buenos Aires en el Virreinato del Río de la Plata, estarían destinados a cruzarse en la vida como amigos, condiscípulos y también… como enemigos.

Ambos crecerían bajo el reinado del Rey Carlos IV. Luego serán testigos de la incipiente revolución de la América española en diferentes puntos del continente sudamericano y del ascenso al trono del tristemente célebre “Rey Felón” Fernando VII. El arequipeño hizo sus primeras letras en el Perú y vio a su padre sofocar la rebelión de Tupac Amarú cuando apenas tenía 7 años en 1781. Viajará a estudiar a la España peninsular y luego, al regresar, intervendrá como lugarteniente del Brigadier Goyeneche sofocando el levantamiento de Chuquisaca del 25 de mayo de 1809. El rioplatense estudiará primero en el Real Colegio de San Carlos de Buenos Aires y luego en España. Con los años participará de la Revolución del 25 de Mayo de Buenos Aires en 1810. El destino los unió en Salamanca cuando ambos cursaban su carrera de Leyes en España y se hicieron grandes amigos. El destino los volverá a cruzar en circunstancias muy distintas unos años después.

Ambos obtuvieron su titulo de abogado; el peruano Don Juan Pío de Tristán y Moscoso además fue militar de profesión, mientras que el rioplatense Don Manuel José Joaquín del Corazón de Jesús Belgrano, también fue militar, pero por necesidad.

A fines de la primera década del siglo XIX, gobernaba el Imperio Español el Rey Fernando VII (primero unos meses -de marzo a mayo de 1808- y luego desde 1814 cuando recupera el trono hasta 1833). Apodado “El Felón” por su indigna conducta frente a Napoleón Bonaparte -a quien escribió una carta humillándose y pidiendo protección-; terminó siendo desplazado por el emperador francés, quien lo encarceló y puso en su lugar a su hermano José Bonaparte, (o “Pepe Botella” como le decía el pueblo español). Humillado por los franceses, luego el Rey Felón se humilló frente a sus otros enemigos -los ingleses- pidiendo apoyo para recuperar su reino. Recuperado su trono con ayuda de sus enemigos ingleses, implementará en lo económico una política liberal de raíz británica que terminará con todo atisbo de la grandeza de España, sumiéndola en una brutal crisis económica y en un vergonzoso estado de subordinación al poder económico inglés a través del endeudamiento. Internamente fue un absolutista que barrió con todas las instituciones participativas creadas por los Austrias.

Mientras tanto, los españoles de América, abandonados a su suerte, se vieron frente a la disyuntiva de sacarse de encima a semejante traidor como fue Fernando VII y decidir qué hacer frente a la metrópolis: En los diferentes virreinatos se perfilaron en general dos opciones -con algunos matices-: la primera consistía en desconocer a Fernando VII, pero manteniendo la unidad de los virreinatos; por entonces la región políticamente unida más grande y próspera del mundo. La segunda opción implicaba la independencia en donde cada región decida su destino. Esta última fue impulsada por la inteligencia militar de la Corona Británica y la masonería quienes desde el siglo XVIII cooptaban jóvenes de la América española para introducirlos a la logia y fomentar la secesión del Reino Español.

¿Qué dice Wikipedia?


El Rey Felón


Pío Tristán


Manuel Belgrano

Inglaterra ambicionaba las tierras sudamericanas para implementar el libre comercio, la libre explotación de sus materias primas a precio vil y el vasallaje de los españoles americanos. La divisa británica fue el principio “divide et impera” creado por Julio César y adoptado por la corona inglesa que fomentó, financió y apoyó cuanta revolución surgía en tierras hispano americanas.

Fue así que, iniciada la crisis política a raíz del encarcelamiento de Fernando VII, los españoles americanos se vieron envueltos en una guerra -mal llamada emancipadora-, que en realidad fue una guerra civil fratricida, que terminó con la secesión del inmenso y próspero Imperio Español en América, devenido luego en decenas de pequeñas, débiles e inestables repúblicas endeudadas con Inglaterra y en permanente guerra entre facciones; que arrasó con la prosperidad y la libertad del continente. En este contexto algunos próceres propugnaban la independencia de la “corona” española pero eran conscientes de la necesidad de mantener unidos los virreinatos; mientras otros pseudo próceres sólo fueron funcionales al interés de Inglaterra.

El Río de la Plata no fue ajeno a esta realidad y la revolución de mayo de 1810 -que en realidad fue un mero motín no violento de unos pocos vecinos, que depuso al Virrey Baltazar Hidalgo de Cisneros-, inició este proceso en el cual se van a enfrentar por un lado los contrabandistas del puerto (que querían traficar con los productos que los buques ingleses traían en sus bodegas al puerto de Buenos Aires y venderles materias primas a precio vil) y los españoles americanos que deseaban preservar lo más intacta posible la herencia española.

Tan es, así que el primer acto de la Primera Junta de Gobierno del Río de la Plata, dispuso establecer el libre comercio para favorecer a Inglaterra; lo que fue agradecido con una salva de 21 cañonazos por los buques ingleses que aguardaban ansiosos en el Río de la Plata la destitución de Cisneros.

Es necesario conocer la trama histórica para entender que, en una guerra civil, muchas veces los circunstanciales enemigos son más parecidos entre sí que los circunstanciales aliados.

Algunos de los revolucionaros de mayo no querían una nación continental; les bastaba el puerto factoría de Buenos Aires y siempre trataron de deshacerse de aquellos que pretendían conservar la herencia Española y entre éstos últimos estaba Don Manuel Belgrano; a quien enviaron al norte del Virreinato, siendo un abogado de 42 años sin instrucción militar para que frene el avance realista. Su devoción por la Inmaculada Concepción de María y el interés de mantener la unidad del continente (aún con la forma monárquica de gobierno), resultó una molestia para los contrabandistas pro-británicos; quienes dándole aquella misión pensaron que lo mandaban a morir. Se equivocaron.


Batalla de Tucumán

En este contexto sucedió que la batalla de Tucumán, hecho dirimente de historia del Virreinato, ocurrida el 24 de septiembre de 1812. Las alternativas del combate demostraron que los bandos enfrentados, independientemente de las circunstancias que motivaron el enfrentamiento pertenecían a una misma nación y que no se trataba de una lucha por la independencia sino en una secesión provocada por intrigas políticas extranjeras.

En la primavera de aquel año 1812, el destino volvió a cruzar a dos viejos camaradas y amigos, pero como Comandantes de ejércitos enfrentados; los Realistas conducidos por Don Pío Tristán y los Patriotas conducidos por Don Manuel Belgrano. El episodio no estuvo exento de cierto humor. Antes de la Batalla de Tucumán los patriotas habían triunfado en Las Piedras y capturaron a un Coronel realista. Pío Tristán le envía a Belgrano una Misiva con 50 onzas para cubrir los gastos de manutención del prisionero, pidiendo que fuera tratado con humanidad y respeto y prometiendo que él haría lo mismo con los prisioneros patriotas en su poder. Firmó la nota como: General Pío Tristán Campamento del Ejército Grande. Manuel Belgrano contestó devolviendo las onzas para que con ellas cubriera los gastos de los prisioneros patriotas y firmó la nota: Manuel Belgrano. Cuartel General del Ejército CHICO, 17 de septiembre de 1812”. Siete días después Belgrano Venció a Tristán, contra todo pronóstico, el 24 de septiembre de 1812.


Batalla de Salta: Rendición de Pío Tristán

Posteriormente Belgrano se dirigió a Salta para terminar de perseguir a los realistas y el enfrentamiento se produjo el 20 de febrero de 1813. En medio de la batalla, que Belgrano estaba ganando de manera irremediable, recibió a un soldado con una nota de Pío Tristán que decía: Dígale usted a su general que se despedaza mi corazón al ver derramar tanta sangre americana: que estoy pronto a otorgar una honrosa capitulación.”

Rendido frente al jefe Patriota, el General Pio Tristán pretendió entregar al General Manuel Belgrano su espada, tal como se acostumbraba; pero el jefe patriota se lo impidió y en presencia de todos, lo abrazó. Lo hizo bajo la promesa de no volver a luchar contra la Patria. Su palabra que fue suficiente para Belgrano, quien dejó ir a su presunto enemigo en contra del consejo de sus oficiales y de su gobierno; el mismo gobierno que meses antes le negaba ayuda y le pedía que abandone el norte, que no presente batalla y regrese a Córdoba o a Buenos Aires.

Tristán tuvo la oportunidad de romper su juramento, algunos pocos oficiales y soldados volvieron a tomar las armas, pero no así Pío Tristán y el grueso de las tropas. Tan poca diferencia había entre realistas y patriotas en Perú, la tierra de Tristán, que los Patriotas lo capturan primero, pero luego lo nombran Gobernador de Arequipa. Cuando finalmente los revolucionarios son sofocados, los españoles realistas lo nombran Presidente de la Audiencia de Cuzco y luego Mariscal de Campo. Cuando en un avance de pinza San Martín llega desde el sur y Bolívar desde el norte; el mariscal Sucre lo incita a unirse a las tropas, algo que Tristán declina y se transforma en el último Virrey del Perú en 1824, cargo que fue puramente testimonial ya que duró seis días y fue el encargado de la transición a la República del Perú. Luego los revolucionarios lo nombran prefecto de Arequipa y participa de la Creación de la Confederación Perú Boliviana y en 1838 fue elegido por unos meses Presidente del Estado Sud Peruano. Murió a los 87 años en Lima retirado de toda actividad.

Belgrano no tuvo tanta suerte. Luego de intentar en vano que se instaure una monarquía con un Monarca Inca durante las sesiones del Congreso de Tucumán, Belgrano es abandonado a su suerte por el gobierno central de Buenos Aires. En el Río de la Plata la influencia inglesa había sembrado tanta saña entre los españoles americanos, que una vez declarada la independencia en Tucumán en 1816 -en la misma ciudad en la que se libró la Batalla de 1812-; se inició una guerra fratricida que duró décadas. El general Belgrano murió en la pobreza, luego de peregrinar desde Tucumán a Buenos Aires, gravemente enfermo, hasta que falleció a los 50 años un 20 de junio de 1820. Sus últimas palabras fueron “¡¡¡Ay…Patria mía…!!!”. Sus restos descansan en las afueras de la Basílica de Santo Domingo y años después fueron profanados por un ministro del gobierno más anglófilo que tuvo Argentina, el de Julio Argentino Roca.

 

 

 

 

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