Comentario del Libro de Tomás Eloy Martínez

"Santa Evita"

por Silvio Marcelo Dall'Ara

[Silvio Marcelo Dall’Ara] “Siempre creí que entre las vanas distracciones del individuo, ninguna es tan torpe como el afán de propiedad. Somos de las pasiones, no ellas de nosotros. ¿En Nombre de qué fatuidad pretendemos ser dueños de las cosas? Concedí que la muerte era, como la salvación o la tortura, un privilegio individual. Ahora sé que ni siquiera ese lugar común nos pertenece.”

Con estas palabras, el escritor argentino nacido en Tucumán Tomás Eloy Martínez culminaba el prólogo de su libro “Lugar Común: La Muerte”, en la lejana Caracas de un no menos lejano 1978; durante un exilio que, en su caso, en vez de alejarlo lo acercó a su propio destino. En este libro expresa una de sus temáticas recurrentes: “La Muerte” y anticipa su obra maestra con la que cierra su ciclo más importante como escritor, su interés histórico y literario por el peronismo.

Verdad y compromiso signaron su labor periodística, como lo demuestra su actitud frente a las dictaduras, ese aberrante y folklórico fenómeno político sudamericano que signó su época. Su obra literaria está marcada por los acontecimientos políticos de los que fue testigo y, en algunos casos, su víctima. Es por ello que la muerte ha sido una constante en su obra, alcanzando su máxima expresión literaria con la estremecedora novela “Santa Evita”; cuya lectura nos proporciona un inquietante viaje por las intrigas políticas de Argentina, un país tan extraño como propio al autor; un discurrir por las fantasías esotéricas de sus personajes que alcanzan una dimensión patente en un espacio mágico y a la vez prosaico y también un devenir por las obsesiones necrofílicas de los militares que asaltaron el poder para derrocar a Juan Domingo Perón y que tuvieron que… “hacerse cargo” del cadáver de Evita, fetiche y karma de sus carceleros y profanadores.

Leer “Santa Evita” es percibir que su autor no fue un observador aséptico y lejano de los hechos que narra. La historia que comparte tampoco fue una mera recreación literaria de crónicas periodísticas. Tomás Eloy Martínez conoció en forma personal a muchos de los protagonistas de su novela, incluido al Gral. Juan Domingo Perón con quien compartió varias horas de entrevistas que luego le sirvieron para escribir otra de sus obras icónicas, “La Novela de Perón”, publicada unos años antes.

El libro de Tomás Eloy Martínez no pertenece al género biográfico; pues no se trata de manera central de la historia de la vida de Evita y ni siquiera de su muerte acaecida de manera trágica y prematura en 1952. Es la historia de un símbolo encarnado en el último despojo material de su persona; que se convirtió en objeto de idolatría, de profanación y de temor. Es también la historia de sus profanadores y de la inconmovible fidelidad de sus adoradores. Es el eco de las diatribas y resentimientos que generó la mujer más significativa de la historia argentina e hispanoamericana y de la mejor ofrenda que le hicieron sus propios enemigos: un odio tan inmenso, irracional e inimaginable, que la inmortalizó.

Es la historia que trasunta la tensión nunca resuelta entre dos espíritus antagónicos que conviven en una misma Argentina; un eterno retorno que lleva décadas de profanaciones, ensañamientos, bombardeos, fusilamientos, muertes y desapariciones que nunca pudieron borrar de la memoria popular la imagen de la única Santa no canonizada; cuyo humilde mausoleo, a más de 70 años de su muerte, sigue teniendo flores frescas que evocan las velas encendidas que acompañaron el derrotero de su cadáver por el mundo, secuestrado e inútilmente ocultado por militares aterrados por su recuerdo.