El Soneto del Tiempo
por William Shakespeare
Ansiamos que perduren las bellas criaturas,
Y que la rosa nunca muera
Y cuando su belleza ceda al tiempo,
Su tierna progenie perpetúe.
Cautivo tú de tus brillantes ojos
Alimentas la flama con la luz de tu sustancia;
Creando carencias donde hay abundancia.
Tú mismo tu enemigo, feroz tu dulce alma.
Fragante encanto de este mundo,
Único heraldo de la bella primavera.
En tu propio capullo sepultas tu deleite.
Y provocas, dulce avaro, derroche en la miseria.
Apiádate del mundo antes que devores
Con las tumbas, el bien que al mundo debes. |
Sonnet
William Shakespeare
From fairest creatures we desire increase,
That thereby beauty’s rose might never die,
But as the riper should by time decease,
His tender heir might bear his memory;
But thou, contracted to thine own bright eyes,
Feed’st thy light’s flame with self-substantial fuel,
Making a famine where abundance lies,
Thyself thy foe, to thy sweet self too cruel.
Thou that art now the world’s fresh ornament
And only herald to the gaudy spring,
Within thine own bud buriest thy content,
And, tender churl, mak’st waste in niggarding.
Pity the world, or else this glutton be,
To eat the world’s due, by the grave and thee.
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William Shakespeare, aquel desconocido
[SEPA] Poco o nada se conoce de William Shakespeare salvo su presunto nacimiento un 23 de abril de 1564 y su presunta muerte un 3 de mayo de 1616 (aunque un 23 de abril según el calendario juliano). El día y mes de su nacimiento coinciden con el de su muerte ocurrido 52 años después; y ésta última, con la fecha de fallecimiento de un gigante de la literatura universal Don Miguel de Cervantes Saavedra (nacido el 29 de septiembre de 1547 y muerto un 23 de abril de 1616). No sólo sus fechas aproximadas del comienzo y fin de su vida son borrosas, sino que toda su vida es conjetural, salvo sus obras que pasaron a la posteridad.
Católico de nacimiento, en una época convulsionada por la separación de la Iglesia de Roma provocada por Enrique VIII, algunas pocas anotaciones de su puño y letra en un libro de peregrinos, así lo atestiguaría; aunque habría mantenido en secreto su devoción. Sin embargo puede advertirse su fe católica en algunas de sus obras como “El Mercader de Venecia”, en la que critica severamente la usura que la nueva Inglaterra protestante, empezará a tolerar e incluso a fomentar. Gilbert Keith Chesterton evocará con ironía este giro cismático de Inglaterra, cuando pidió que a su muerte lo entierren bien profundo para estar con los “verdaderos ingleses”.
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¿Cómo es que se conocen sus obras, cuando no existen manuscritos de la misma de su puño y letra? Shakespeare fue dramaturgo poeta y bardo. Su principal medio de vida fue la actuación. Se desempeñó primero como actor trashumante y luego en el “Teatro del Globo” compañía que se asocia a Shakespeare por haber trabajado allí, hasta que se incendió en 1613; suceso en el que se habrían quemado todos sus manuscritos. Aquellos ingleses que formaron la compañía -los hermanos Richard y Cuthbert Burbage-, nostálgicos de la antigua Roma que otrora hollara la isla; llamaron así a su teatro por el lema “…quod fere totus mundus exerceat histrionem…” de Petronio y que significa que “…porque todo el mundo es un parque de juegos…”.
Sin embargo los datos de Shakespeare que nos llegan de su época no son nada halagüeños. Un contemporáneo suyo Robert Grenne lo describe como “…un grajo arribista, embellecido con nuestras plumas, que con su corazón de tigre envuelto en piel de comediante se cree capaz de impresionar con un verso blanco (forma poética elemental) como el mejor de vosotros…”
Otros lo describen como un actor de poca monta juerguista pendenciero, borracho y casi analfabeto que no sabía escribir más que de manera elemental su propio nombre; asimismo se conocen pleitos vinculados a tierras de las que quería apropiarse perjudicando a terceros; lo que lleva a preguntarse cómo es posible que la sensibilidad de su obra coincida con una persona tan terrestre; de la que no quedó rastro de su escritura de puño y letra. |
He aquí que algunos investigadores consideran que el Shakespeare histórico no contaba con la suficiente formación como para haber escrito las obras y los poemas que se le atribuyen y sostienen que Shakespeare, el actor de Stratford, era la máscara involuntaria (pues nunca se habría enterado) de otro u otros autores que deseaban permanecer en el anonimato.
De las muchas teorías, la más imaginativa es aquella que sostiene que era un colectivo de intelectuales conducidos por Sir Francis Bacon (1561-1626) un intelectual que ocupó cargos importantes en el Reino y que por tal razón hubiera estado obligado a preservar su identidad; por el carácter critico de las obras atribuidas a Shakespeare. Sin embargo el sesgo católico de las obras de Shakespeare elude esta identificación de quien propugnaba al anglicanismo como la única y verdadera religión y un intenso anti aristotelismo; además propugnar de la separación de la Iglesia y el Estado. En todo caso podría se un colectivo integrado por cripto católicos que pretendían demostrar la necesidad de oponerse al nuevo orden espiritual y económico implicado por la reforma protestante de Inglaterra. También se atribuyeron estas obras a Cristopher Marlowe (1564-1593) y a Edward de Vere (1550-1604).
El soneto que hoy nos ocupa, el primero de una larga serie, reflexiona sobre el tiempo, proponiendo el poeta la imagen de un avaro que se satisface a sí mismo y en sí mismo con su propia energía; negando al mundo lo que viene del mundo y lo que al mundo se debe: la belleza. Lo describe como al tacaño que ahorra el dinero y así termina malgastándolo por avaricia. Vencemos al tiempo cada día, pero sabemos que él sólo necesita de un día para finalmente vencer.
Sea o sean quienes fueren Shakespeare dejó en sus obras un mensaje profundo, no en vano, Jorge Luis Borges nos advirtió que “…es el menos inglés de los poetas de Inglaterra…”. Tal vez por ello Gilbert Keith Chesterton quiso yacer muy profundo renegando de su tiempo, a la misma profundidad en la que Shakespeare se encontraría, en la Iglesia de la Sagrada Trinidad. |
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