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Para entender el 9 de Julio

[SEPA] Suele decirse que las naciones son organismos vivientes y como tales, pasan por una fase de creación o nacimiento, crecimiento y expansión y finalmente el colapso. Resulta difícil pensar a los ciudadanos de cualquier nación, que la misma puede colapsar…, hasta que sucede.

¿Cómo se habrán sentido los ciudadanos de la hoy desparecida Yugoeslavia, cuando, casi de súbito en 1991, se desató una cruenta guerra civil que hizo empalidecer a las peores experiencias del régimen nazi mientras se producían bombardeos unilaterales de la OTAN, culminando con su disolución en un término de apenas 15 años? ¿Qué habrán sentido los ciudadanos del Imperio Austro-Húngaro cuando al final de la primera guerra mundial (1919) se disolvió y con el tiempo dio origen a 13 estados europeos, muchos de los cuales desparecieron luego de la segunda guerra mundial? Yugoeslavia fue un estado que duró muy poco tiempo, pues se comenzó a formar en 1918 hasta su disolución ocurrida entre los años 1991 y 2006. No alcanzó a cumplir 100 años. La vida del Imperio Austro-Húngaro fue todavía más breve, pues se fundó en 1867 y se disolvió en 1918.

Distinta fue la historia de España, por lo menos en cuanto a su longevidad. Terminó de unificarse en 1492 cuando los reyes católicos Fernando de Aragón e Isabel de Castilla expulsaron a los moros de Granada y en ese mismo año comenzaron a expandir su reino a los territorios de ultramar, con el descubrimiento y conquista de América y con la fundación de un imperio que llegará a ser tetra continental y bioceánico; pues tenía territorios en Europa, América, África y Asia y sus costas orillaban los océanos Atlántico y Pacífico.

Con toda razón se comparaba al Imperio Español con la antigua Roma. Los dominios de Carlos I de España “Era el reino en el que no se pone el sol”. Se ganó esos motes con cierta justicia porque, a diferencia de otros países Europeos y a la usanza de Roma; España llevó su civilización, religión, cultura y lengua a los nuevos territorios, creando Virreinatos en los cuales sus habitantes eran “españoles de ultramar” con iguales derechos que los continentales europeos. Es también notoria la política de los Reyes Católicos y de sus sucesores los Austrias que gobernaron el imperio Español, de fomentar el mestizaje entre los españoles y los nativos de los virreinatos; lo que provocó el surgimiento de una nueva comunidad hispanoamericana mestiza. Incluso, uno de los descendientes de Moctezuma, Diego Luis de Moctezuma llegó a casarse, por orden de Felipe II, con una Dama de la nobleza española Francisca de la Cueva y Valenzuela; no siendo éste el único caso; actitud que se replicó en el resto los españoles que se afincaron en América. Muchos de los grandes líderes americanos tuvieran sangre indígena. José de San Martín, Manuel Belgrano, Bernardo de Monteagudo, Simón Bolívar, etc.

No significa que el gobierno de los Austrias haya sido pacífico siempre; pues durante ese período y al inicio de su gobierno, se produjo entre 1520 y 1522 la revuelta de las comunas de castilla en contra de Carlos I de España y V de Alemania; los comuneros eran leales a la dinastía de los Trastávara de los reyes Católicos. Este episodio provocó una intensificación de la emigración a los territorios de Ultramar.

Sin embargo, la extensa vida del Imperio Español, que duró casi cuatro siglos, se debió a que, a lo largo y ancho de los virreinatos se fundaron más de veinte universidades, centenas de Colegios Mayores, Audiencias, conventos, Iglesias, caminos, hospitales, puertos, una moneda de intercambio internacional (el Real de a ocho o Peso fuerte) y mas de 700 ciudades en tan sólo un siglo (el siglo XVI); las que estaban planificadas previamente con cabildos abiertos en los que participaban todos los ciudadanos.

La crisis comienza con la llegada al poder de la dinastía extranjera al trono español, de los Borbones en 1700 (franceses), que fue mal recibida por todos los españoles tanto continentales como americanos. Como lo demuestra la revolución de los comuneros contra los Borbones en el Virreinato de Nueva Granada en 1781. Estos reyes franceses centralizaron su poder, desatendieron a los Virreinatos, estaban a favor del libre comercio lo que perjudicaba las economías regionales, ignoraban a los hispanoamericanos, despreciaban las tradiciones religiosas y culturales; y, cuando llevaban un siglo en el poder, la crisis política española causada por la invasión napoleónica a la península ibérica, llenó el vaso de la paciencia del pueblo español peninsular y americano, germinando en los virreinatos la idea de separarse de la metrópolis. Cabe destacar que Fernando VII apodado el felón -por mostrarse indigno y traidor- había escrito una carta a Napoleón Bonaparte pidiéndole que lo adopte como hijo y recibió como respuesta su destitución.

Cuando llegó la noticia de la destitución de Fernando VII a los Virreinatos en la primera década del 1800, los pueblos americanos estaban transitando el cuarto siglo de vida como españoles americanos y ese sentimiento de pertenencia a una comunidad hispánica ecuménica, se había fortalecido en toda América del Sur con la exitosa expulsión de los ingleses en sus dos intentos de apropiarse del Río de la Plata en 1806 y 1807. Es por ello que muchos españoles americanos estaban frente al dilema de, cómo sacarse de encima a un Rey denostado como Fernando VII, pero sin desguazar el enorme imperio, la Patria Grande hispanoamericana.

En este contexto es que empieza una guerra civil entre los españoles partidarios de la Corona y los españoles hispanoamericanos que buscaban la independencia; pero las divisiones históricas nunca son tan nítidas y entre los independentistas existían dos grandes corrientes; aquellos que, pretendiendo asumir un gobierno autónomo, en el fondo querían heredar o conservar a la Patria Grande y una minoría que sólo estaba interesada en aprovechar el desmembramiento del imperio español para sacar ganancias comerciales mediante el contrabando con otras potencias; principalmente Inglaterra que era la potencia emergente del siglo XIX. En definitiva lo que querían era seguir haciendo lo que hacían ilegalmente pero ahora con autorización de las nuevas autoridades. Muchos de estos contrabandistas, cuando invadieron los ingleses en 1806 y 1807, juraron fidelidad a la Corona Británica.

Casa Histórica de la Independencia Argentina
Casa Histórica de la Independencia Argentina

Es por esa razón que muchos ven las revoluciones del 25 de mayo en Chuquisaca (1809) y de Buenos Aires (1810); como el comienzo, no de un proceso independentista por la libertad, sino de una guerra civil de una gran nación hispanoamericana promovida por sus enemigos naturales; dos potencias europeas emergentes, el Reino Unido de Gran Bretaña y el imperio Napoleónico de Francia, hambrientos por controlar los dominios españoles de ultramar y todas sus riquezas.

Quien había entendido la geopolítica de este proceso fue el primer Prócer Argentino, nacido en la provincia oriental, José Gervasio de Artigas; combatido encarnizadamente por las minorías portuarias que vivían del contrabando y que terminaron haciendo fracasar al primer intento de organizar a los pueblos del Virreinato, ocurrido en 1815 cuando la liga de los pueblos libres (provincias del litoral) intentó declarar la independencia y el puerto convocó al Congreso de Tucumán para neutralizar el esfuerzo. Artigas proponía una estructura política que respetara un verdadero federalismo muy similar a la autonomía que tenían las regiones del antiguo Virreinato cuyas economías crecían armónicamente complementándose unas a otras en el vasto territorio sudamericano y como partes de una sola nación. Artigas terminó traicionado, derrotado y exiliado en Paraguay. Paradójicamente es considerado el padre de la República de Uruguay; cuando jamás pasó por su cabeza la secesión de la Banda Oriental, sino por el contrario la creación de una gran nación sudamericana.

Este contexto crítico en el complejo escenario político del Virreinato del Río de la Plata convivían: a) minorías portuarias que buscaban la independencia de España para sujetarse al dominio británico para seguir lucrando con el contrabando, pretendiendo su legalización a costa del interior continental; b) americanos criollos que buscaban liberarse del dominio Borbón, que había implantado políticas económicas perjudiciales y un centralismo contrario al desarrollo de las ciudades mediterráneas, tolerando el contrabando inglés; c) criollos que no querían la secesión de España y que junto con algunos pueblos originarios se unían a los ejércitos realistas; d) ejércitos españoles peninsulares arribados luego de la recuperación del trono por Fernando VII y que venían por la recuperación de los Virreinatos sublevados.

En definitiva, había al menos dos corrientes independentistas, una antiborbónica pero con una clara conciencia de los virreinatos como partes integrantes de una gran nación y otra pro-británica interesada en el libre comercio y que buscaba la independencia de España para sujetarse a un poder colonial emergente que era el Reino Unido. El ideal de esta última facción era construir factorías portuarias en la América española, que sirvieran de vehículo para sacar las materias primas a precio vil e introducir los productos manufacturados ingleses y para ello sobornaron y fortalecieron a contrabandistas y delincuentes para que se impongan en la discusión política del momento.

El complejo proceso independentista o secesionista, según la óptica que se adopte, se inicia a partir de las invasiones inglesas de 1806 y 1807; que, más allá de ser un intento británico por apropiarse de la América española; su efecto inmediato fue despertar un intenso sentimiento patriótico hispanoamericano en todas las ciudades de la América Española; pero también exponer a las pocas familias partidarias de la Corona Británica que se habían enriquecido con el contrabando.

Por su parte, en el Alto Perú, un 25 de mayo de 1809, en la ciudad de los cuatro nombres (La Plata, Charcas, Chuquisaca y hoy Sucre) un levantamiento contra los españoles. Esta ciudad, llamada la Atenas de América, es la sede de la más prestigiosa universidad hispanoamericana fundada por la Compañía de Jesús con el nombre se San Francisco Xavier y en la que, curiosamente se educaron muchos de los hombres que participaron de la revolución del 25 de mayo de 1809, en la posterior revolución del 25 de mayo de 1810 y en la Declaración de la independencia de 1816 en Tucumán; así como en la campaña sanmartiniana de los Andes, (Bernardo de Monteagudo, Mariano Moreno, Juan José Paso, Pedro Medrano, etc.).

Acta de la Independencia

No es de extrañar que los denominados Doctores de Chuquisaca fueran activos revolucionarios contra la casa de los Borbones (más que contra España); pues esta dinastía de origen francés, expulsó violentamente a los jesuitas de América entre 1767 y 1768; impidiendo la tarea evangelizadora y destrozando una de las experiencias comunitarias más notables de la historia, que venían desarrollando en sus misiones. Fracasada la revolución de Chuquisaca, más anti borbónica que antiespañola; muchos de sus protagonistas, estuvieron en Buenos Aires un año después, ciudad en la que ya se insinuaba la división de intereses entre los que se limitaban a querer abrir el puerto a los ingleses y aquellos que conservaban una idea de genuina independencia de cualquier potencia extranjera.

En un comienzo triunfó la opción pro británica y a poco de la asunción del Primer Gobierno post virreinal el 25 de mayo de 1810, este episodio fue saludado con una salva de 21 cañonazos ofrecida por un buque inglés que celebraba como propia la victoria de la destitución del Virrey Cisneros desde las adyacencias del Puerto de Buenos Aires. Al poco tiempo, Juan José Castelli, bajo la orden de Mariano Moreno ordenó el fusilamiento del héroe de la reconquista Santiago de Liniers, ejecutado por un pelotón dirigido por Domingo French. Tuvo que ser fusilado por soldados ingleses autorizados a desembarcar porque ningún criollo quiso hacerlo y la venganza británica contra quien los había expulsado en 1806 y 1807, fue consumada.

Quienes controlaban el puerto sólo buscaban atomizar al imperio español y dividirlo en la mayor cantidad de estados posibles. Por ello, fueron renuentes a sostener las campañas militares orientadas a consolidar una gran nación hispanoamericana. Manuel Belgrano, un abogado de 40 años -medalla de oro en sus estudios- y sin experiencia militar fue puesto a cargo del Ejército del Norte, pero sin ayuda económica. Grande fue la sorpresa cuando este militar improvisado, con valor e inteligencia consuma el éxodo jujeño para evitar que los realistas se aprovisionen y cuando pide ayuda para enfrentar al ejército español que bajaba desde el Alto Perú, estando en Tucumán le ordenan que se repliegue a Córdoba.

¿Qué dice Wikipedia?

Declaración de la Independencia
Declaración de la Independencia

Día de la Independencia
Día de la Independencia

Congreso de Tucumán
Congreso de Tucumán

Su desobediencia derivó en el histórico triunfo de Tucumán un 24 de septiembre de 1812, que repite en Salta un 20 de febrero de 1813; batallas a las que se debe la existencia de la República Argentina. Un dato interesante es que el general español que comandaba las tropas realistas era Pío Tristán, también un abogando Arequipano, pero con formación y experiencia militar; que había sido compañero de estudios de Belgrano en Salamanca. Lo que denota que, más que una guerra por la independencia, estos enfrentamientos eran parte de una gran guerra civil hispanoamericana.

Belgrano, luego es derrotado en Vilcapugio y Ayohuma, quedando el poder realista presionando desde el Alto Perú y detenido por las tropas del general salteño Martín Miguel de Güemes. Fue cuando también Artigas en 1815 convoca a un congreso en Concepción del Uruguay al que concurrieron representantes de las tres provincias mesopotámicas más Santa Fe. Solo hay constancia documental de que el congreso se reunió en dos oportunidades, en la sesión de apertura el 29 de junio de 1815, de la cual solo se conoce que se trató el envío de cuatro delegados a Buenos Aires, y en la sesión de clausura que se supone ocurrida el 12 de agosto de 1815 cuando los delegados informaron al congreso sobre su misión, y fue disuelto por Artigas. No se sabe si hubo actas del congreso y se conjetura que se declaró la independencia interpretando una carta que Artigas envió al Director Supremo Juan Martín de Pueyrredón.

En abril de 1815 el gobierno centralista de Carlos María de Alvear es derrocado en Buenos Aires y los revolucionarios convocan a un congreso en Tucumán al que inicialmente asistieron delegados de la mayoría de las provincias.

Muchos interpretan que esta decisión fue para contrarrestar las intenciones de Artigas, pero de ser así, el Congreso no pudo ser controlado por Buenos Aires. Las sesiones comenzaron un 24 de marzo de 1816 con 33 representantes. Asistieron diputados de Potosí, Cochabamba, la Paz, Chichas, Charcas y Mizque; además de muchas de las restantes provincias del Virreinato; por lo que tenía cierta representatividad, más allá de la ausencia de las provincias del litoral y de la Banda Oriental.

San Martín, para entonces Gobernador de Cuyo y Manuel Belgrano, para entonces comandante del Ejército del Norte y afincado en Tucumán promovieron la declaración de la independencia en el peor momento de las Provincias del Río de la Plata desde la Revolución de Mayo de 1809, con ejércitos realistas avanzando desde el Alto Perú. Luego de acalorados debates, un 9 julio de 1816, los diputados deciden declarar la independencia del Reino de España; pero una rápida maniobra de algunos diputados comandado por un representante de Buenos Aires un abogado y poeta Pedro Medrano que había estudiado en la universidad de San francisco Xavier y por lo tanto era un genuino patriota; en sesión secreta hizo agregar a la declaración que la independencia se declaraba también “…de toda otra dominación extranjera”. Así quedó consumada en Tucumán, a pesar de las nefastas intenciones de la Corona Británica y de sus representantes encubiertos; una declaración de independencia en los siguientes términos:

”En la benemérita y muy digna ciudad de San Miguel de Tucumán a nueve días del mes de julio de mil ochocientos diez y seis, terminada la sesión ordinaria, el Congreso de las Provincias Unidas continuó sus anteriores discusiones sobre el grande, augusto y sagrado objeto de la independencia de los pueblos que lo forman. Era universal, constante y decidido el clamor del territorio entero por su emancipación solemne del poder despótico de los reyes de España, los representantes sin embargo consagraron a tan arduo asunto toda la profundidad de sus talentos, la rectitud de sus intenciones e interés que demanda la sanción de la suerte suya pueblos representados y posteridad. A su término fueron preguntados ¿Si quieren que las provincias de la Unión fuese una nación libre e independiente de los reyes de España y su metrópoli? Aclamaron primeramente llenos de santo ardor de la justicia, y uno a uno reiteraron sucesivamente su unánime y espontáneo decidido voto por la independencia del país, fixando en su vitual la declaración siguiente:

“Nos los representantes de las Provincias Unidas en Sud América, reunidos en congreso general, invocando al Eterno que preside el universo, en nombre y por la autoridad de los pueblos que representamos, protestando al Cielo, a las naciones y hombres todos del globo la justicia que regla nuestros votos: declaramos solemnemente a la faz de la tierra, que es voluntad unánime e indubitable de estas Provincias romper los violentos vínculos que los ligaban a los reyes de España, recuperar los derechos de que fueron despojados, e investirse del alto carácter de una nación libre e independiente del rey Fernando séptimo, sus sucesores y metrópoli. (...) y de toda otra dominación extranjera.”

A diferencia de la Asamblea año XIII, los diputados se consideraron diputados de los pueblos y no de la Nación; declararon la independencia de las Provincias Unidas de Sudamérica y el acta se escribió en español, quechua y aimará. Quedó plasmada la independencia con el espíritu de los verdaderos patriotas; pero la historia de la Patria Grande Hispanoamericana recién comenzaba. Su división en pequeñas y medianas repúblicas débiles será un triunfo político y militar de Gran Bretaña, pero que todavía no ha podido consumarse a nivel cultural, pues los pueblos hispano parlantes constituyen una sólida cultura que domina desde la Tierra del Fuego hasta los estados del sur de los Estados Unidos. La cultura hispano-americana es la más fértil desde Cervantes al presente y constituye la única lengua en crecimiento no sólo de hablantes nativos sino de aquellos que la eligen como segunda lengua y que supera al mismo inglés en este último rubro. Tal vez los seiscientos millones de hispanoparlantes representantes y creadores de una cultura sincrética y mestiza cumplan el vaticinio de Rubén Darío, que retaba al poderoso Roosveelt con estas palabras:

A Roosvelt (fragmento)

Mas la América nuestra, que tenía poetas
desde los viejos tiempos de Netzahualcoyotl,
que ha guardado las huellas de los pies del gran Baco,
que el alfabeto pánico en un tiempo aprendió;
que consultó los astros, que conoció la Atlántida,
cuyo nombre nos llega resonando en Platón,
que desde los remotos momentos de su vida
vive de luz, de fuego, de perfume, de amor,
la América del gran Moctezuma, del Inca,
la América fragante de Cristóbal Colón,
la América católica, la América española,
la América en que dijo el noble Guatemoc:
«Yo no estoy en un lecho de rosas»; esa América
que tiembla de huracanes y que vive de Amor,
hombres de ojos sajones y alma bárbara, vive.
Y sueña. Y ama, y vibra; y es la hija del Sol.
Tened cuidado. ¡Vive la América española!
Hay mil cachorros sueltos del León Español.
Se necesitaría, Roosevelt, ser Dios mismo,
el Riflero terrible y el fuerte Cazador,
para poder tenernos en vuestras férreas garras.

Y, pues contáis con todo, falta una cosa: ¡Dios!

 

 

 

 

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