Para entender el 25 de Mayo
Imperio español, el imperio varias veces secular más importante desde el imperio romano
[SEPA] El 25 de mayo de 1810 fue considerado, por parte de la historiografía nacional, como una fecha fundacional de Argentina. Sin embargo se suele ignorar que, en fechas anteriores, ocurrieron acontecimientos cruciales para entender la historia de América, entendido este concepto desde una perspectiva histórica y cultural más amplia; pues el Virreinato del Río de la Plata cuyo origen se remonta a 1776, era una unidad política y administrativa que trascendía largamente las fronteras de las actuales naciones hispanoamericanas luego surgidas en su seno.
Pero si nos remontamos más atrás en el tiempo encontramos otra unidad política comprensiva de toda la América española sudamericana, cuya sede administrativa estaba radicada en la ciudad de Lima: El Virreinato del Perú creado en el año 1542. En su seno surgió primero, el Virreinato de Nueva Granada en 1717 y luego el del Río de la Plata en 1776. Mientras en América del Norte y Central ya existía desde 1535 el Virreinato de Nueva Granada. Mal llamadas colonias por algunos historiadores, estas unidades políticas integraban el reino español, eran parte del Imperio Español, cuya cosmovisión universal lo llevó a unificar este vasto territorio con la lengua, la cultura, la religión y el mestizaje de los mismos españoles con los pueblos originarios.
La corona española en cabeza de la Reina Isabel ordenó a sus súbditos americanos: “Cásense españoles con indias e indias con españoles”, adoptando una cosmovisión ecuménica que fue un rasgo distintivo y único en la historia de la humanidad que diferenció a España de otros países europeos que no tuvieron esa visión en sus colonias de ultramar. En 1503, la Reina Isabel ordenó al gobernador Nicolás Ovando -hombre fundamental en los primeros años de presencia europea en América-, que fomentara los matrimonios mixtos, “que son legítimos y recomendables porque los indios son vasallos libres de la Corona española”.
La historia registra numerosas medidas que los Reyes Católicos tomaron desde muy temprano para promover un mestizaje que modeló a América con una peculiar fisonomía étnica y social; no como otras metrópolis, que instauraron el racismo como sistema, o que utilizaron la separación estricta de razas como marco organizacional. España promovió el mestizaje desde el inicio y concedió a los nativos americanos el estatus de vasallos libres de la Corona. Finalmente el Rey Fernando el Católico, aprobó en 1514 una real cédula que validó cualquier matrimonio entre varones castellanos y mujeres indígenas.
Dos tipos diferentes de constataciones pueden verificar de manera incontrastable las afirmaciones anteriores: una documental, pues basta con revisar los archivos de españoles tanto en la Metrópolis como en América y la otra, decididamente más verificable, analizar la genética de los españoles americanos. Pues no existe habitante americano desde la Tierra del Fuego hasta la región meridional de los Estados Unidos, que pueda negar que por sus venas corra, tanto sangre de los pueblos originarios como de españoles o europeos. Un caso interesante es Argentina, país que por impulso de sus presidentes europeizantes del siglo XIX, es uno de los que recibió una inmigración europea muy intensa entre mediados del siglo XIX y principios del siglo XX y sin embargo, la base hispánica criolla y mestiza de su población siguió mestizándose con los inmigrantes italianos, españoles (en su mayoría) y con las otras corrientes inmigratorias que arribaron a esas tierras: árabes, judías, francesas, etc.; generándose lo que ha sido llamado como “un crisol de razas”.
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La mestización como parte de la cultura hispánica en Argentina fue una tradición que se siguió practicando luego de la independencia, cuando llegó la inmigración europea; razón por la cual, a diferencia de países de otras latitudes (como Estados Unidos), no se han conformado los denominados archipiélagos raciales o guetos que sí existen en países nórdicos, que fieles a su tradición anglosajona nunca han integrado a sus inmigrantes existiendo en la actualidad barrios enteros que conforman los denominados archipiélagos culturales: verdaderas islas, no separadas por aguas sino por el mismo idioma, las culturas de origen y el trato discriminatorio que reciben.
Los 400 años de presencia política de España en América o los 500 años de presencia cultural que todavía pervive, hacen repensar qué significó para los virreinatos españoles su independencia de la metrópolis, qué costos tuvo y cuáles fueron sus causas y consecuencias.
Si empezamos por analizar las consecuencias, hasta comienzos del siglo XIX, la América española era un poderoso Imperio varias veces secular, bicontinental y bioceánico con una metrópolis que había considerado estos territorios de ultramar como parte de su territorio y que había fundado puertos y ciudades con sus cabildos e iglesias, 25 universidades y otros tantos Colegios Mayores e innumerables caminos reales. Un español americano, ya mestizado por varios siglos, no se sentía un extranjero en su propia tierra ni veía a los españoles peninsulares como algo diferente de ellos mismos.
En este orden, los españoles siguieron la tradición del Imperio Romano que no se limitó a la conquista, sino que llevó una impronta civilizatoria a las tierras conquistadas. No en vano la provincia romana de la Hispania, llegó a ser la más romana de las provincias y la que aportó a Roma dos emperadores que llevaron al apogeo al Imperio: Trajano y Adriano. |
La asimilación que generaron los romanos con las tribus ibéricas que derivó en una completa identificación de los pueblos originarios de la península con Roma, se produjo luego de la generalización de la ciudadanía imperial a todos sus habitantes con los derechos implicados en la misma y con la difusión de la cultura y la construcción de grandes obras públicas que todavía se pueden apreciar.
España replicó la experiencia romana en América proponiendo una cultura fácilmente asimilable que contó con la aceptación inmediata de numerosas colectividades originarias. De otra forma no se podría explicar cómo un puñado de aventureros españoles que vinieron con Hernán Cortez y Pizarro, lograron dominar a grandes imperios organizados y poderosos como el azteca y el inca; si no fue con la participación de numerosas etnias originarias sojuzgadas por estos imperios americanos. Es fácil entender el éxito de la evangelización cuando la doctrina de la fe cristiana no exigía la ofrenda de sangre que los cultos paganos imponían a los pueblos originarios.
¿Qué importó entonces el movimiento independentista? En principio, antes que una liberación de un pueblo dominante una secesión, antes que una guerra con una potencia extranjera, una guerra civil o interna cuyas causas profundas hay que buscarlas en el contexto internacional del siglo XIX. En este orden la primera causa de este fenómeno es interna. Los Reyes Católicos o Casa de Trastámara fueron sucedidos por dos casas gobernantes. La de los Austrias desde 1516 hasta 1700 y la de los Borbones desde 1700 hasta el presente.
Los Austrias tuvieron 5 reyes que se conocen como los Austrias Mayores (Carlos I y Felipe II) con los que España llegó a su apogeo y los Austrias Menores (Felipe III, Felipe IV y Carlos II) que inician un período de declinación política y económica pero de apogeo cultural que se conoce como el siglo de oro.
Ambos períodos son marcadamente diferentes y podemos decir de los Austrias (y de cada monarca de esta dinastía con más o menos intensidad o eficiencia) que se apoyaron en la cristiandad, que entre sus instituciones crearon el Consejo de Indias y los Cabildos cuya pertinencia a los virreinatos de ultramar las hacía cercanas a los súbditos americanos respetando un alto grado de autonomía; que impusieron un sistema monopólico que obligaba a comerciar exclusivamente con la Metrópolis, lo que generó el surgimiento de una importante industria local en los virreinatos. Los Austrias impulsaron también un sentimiento de unidad nacional entre América y España basada en la identidad cultural, idiomática y religiosa.
Al fallecer el último de los Austrias (Carlos II) sin descendencia, se inicia una guerra por la sucesión del trono al que finalmente accede el Borbón Felipe de Anjuo o Felipe V en 1700, que iniciará un período dinástico que se extiende hasta la actualidad, solo interrumpido por las invasiones napoleónicas. Los Borbones son una dinastía francesa que se auto percibía representante de la modernidad por la que despreciaba el cristianismo. Tuvieron una concepción más centralista de la administración por la que los antiguos cabildos debilitaron su influencia y desapareció el Consejo de Indias. Ellos consideraron a los virreinatos de ultramar como Colonias, ya que estos monarcas no respetaron su autonomía, llegando a ser notoriamente impopulares en la América Española. Impusieron el libre comercio en América, lo que favoreció a los contrabandistas y perjudicó a las industrias y cultivos locales generando una crisis económica severa en el nuevo mundo. Los borbones expulsaron a los jesuitas y dejaron de lado la tarea evangelizadora llevada a cabo por los Austrias, cedieron tierras a los portugueses y aunque durante el inicio de su reinado la cultura alcanzó su apogeo con el llamado siglo de oro; es notorio que esta eclosión cultural fue una consecuencia de las políticas anteriores, pudiéndose notar en la cultura española una visión bastante ácida y crítica de sus intelectuales contra esta monarquía.
En este contexto, la invasión napoleónica que depuso al borbón Fernando VII (que estuvo expulsado del trono entre 1808 y 1813) significó una oportunidad para las colonias para sacarse de encima a esta dinastía que siempre consideraron extranjera y relativamente funcional a la corona inglesa los rivales por antonomasia del imperio español.
Los ingleses intentarán apropiarse por la fuerza del Virreinato del Río de la Plata en 1806 y 1807; generando en ambos casos una resistencia heroica que terminará con su expulsión, de la mano de Santiago de Liniers y con el apoyo de toda la población y la celebración y apoyo de todas las ciudades hispano americanas del continente. Con este acontecimiento surge también cierta conciencia patriótica del Virreinato; pues a partir de estas invasiones nace el histórico Regimiento de Patricios que será en el futuro el primer regimiento del Ejército Argentino y al que le tocará también actuar en la Guerra de las Malvinas en 1982, también en contra de los ingleses.
Cuando cae la corona española en 1808, llegan las noticias en 1810 a Buenos Aires y a partir de allí se bifurcan dos ideas independentistas. Una primera que en realidad pretendían reasumir la soberanía cedida cobardemente por Fernando VII, pero con la idea de preservar la unidad continental de la América Española; la otra corriente es la de los contrabandistas que sólo desean comerciar y mantener una visión periférica de las colonias como factorías proveedoras de materias primas por el puerto de Buenos Aires y como importadores de productos manufacturados. Éstos últimos propugnaban la libre navegación de los ríos interiores al Virreinato, la división del mismo en varios países y el control monopólico del puerto por Buenos Aires en desmedro de las Provincias.
Ya en 1809 y curiosamente un 25 de mayo; el levantamiento de Chuquisaca insinúa la rebelión del Virreinato; inspirado por jesuitas de la universidad de San Francisco Xavier (notorios adversarios de los Borbones que los habían expulsado de las misiones jesuíticas del Paraguay y del norte de Argentina). Muchos de los actores de ese levantamiento intervienen luego en Buenos Aires en 1810 y serán decisivos en Tucumán en 1816, cuando en esa ciudad se declara la independencia de “Los Pueblos de América del Sud” pero no sólo de la España borbónica sino de “toda potencia extranjera” y se escribe esta declaración en español, en quechua y en aimara, rescatando el espíritu de la España Católica que integró diversas culturas en una nación mestiza continental y bioceánica.
Acta de la Independencia de Tucumán
Antes, en 1815 había fracasado José Gervasio de Artigas al declarar la independencia en Concepción del Uruguay de la Unión los Pueblos Libres, cuando a instancias de Buenos Aires es traicionado por el caudillo Ramírez que cedió al soborno. Buenos Aires convoca al congreso de Tucumán, pero pierde el control del mismo cuando finalmente se declara la independencia en los términos indicados, a instancias de José de San Martín y de Manuel Belgrano y de los diputados de varias provincias que, curiosamente fueron ex discípulos de la universidad jesuítica San Francisco Xavier.
EL 25 de mayo de 1810, habiendo sido un hito importante no fue el comienzo de la patria americana; podríamos remontarnos a 1532 cuando llegaron los primeros españoles; o si se quiere hacer hincapié en la autonomía de estas tierras, a las invasiones inglesas que fueron repelidas, al desagrado contra los borbones, a la insurrección de Chuquisaca en 1809, a la revolución de mayo en 1810, a la declaración de los Pueblos Libres de Concepción del Uruguay en 1815 y a la declaración de la independencia en Tucumán en 1816; entro otros acontecimientos también importantes ocurridos en todo el continente. Tal vez el triunfo más importante del enemigo haya sido la desmembración política de la gran nación hispanoamericana en varias pequeñas repúblicas y su derrota, la memoria viva de la Patria Grande siempre latente y la persistencia de la secular cultura hispánica enriquecida desde América para ser la más prolífica de los últimos siglos hasta el presente.
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