A 12 años de Diario "El Peso"
[SEPA] Cuando en el año 2009, un 8 de mayo al atardecer, pusimos a consideración de las comunidades de habla hispana nuestro espacio periodístico, editado desde la República Argentina por S.E.P.A. [Servicios Editoriales Periodísticos Argentinos], pensábamos crear un espacio donde la Política, Economía, las Ciencias, etc. serían los ejes o referencias para la organización de la información. Bajo la consigna de respetar la libertad de pensamiento, la pluralidad y la seriedad informativa. A partir de esa fecha, nació lo que dimos en llamar la “edición cero” de nuestro diario “El Peso”, de actualización semanal.
Pensábamos también que, en un mundo saturado de datos e información, era necesario construir un espacio de reflexión e interpretación de toda esa información. No es lo mismo el dato crudo o la información sobreabundante, fragmentada y desconectada que el conocimiento articulado y contextualizado. La información o el dato existen, el problema es la identificación y selección de la información o el dato adecuados para describir al mundo real y su interpretación para discernir el conocimiento útil y certero del que no lo es. ¿Cómo distinguir o descubrir en un océano de datos, aquellos que son relevantes a un determinado problema?
En aquel momento (año 2009), el mundo se enfrentaba a una transición nunca antes operada. Internet con sus redes, se iba convirtiendo en el mayor canal de información, interactivo y de crecimiento exponencial. Creíamos que, en la web circulaba una masa crítica, libre e inmanejable de información sobre la realidad; pero luego advertimos que también se destila en alguna forma la inmensa materia informativa que nos proporcionan los internautas. Quedamos inmersos en una red de hiper-estímulos rodeados de una aparente selva informativa que nos desorienta cada vez más; pero que también puede ser; sino controlada, al menos orientada en sus contenidos de manera mucho más eficiente que antes; pues esta manipulación se produce a una escala, dimensión o volumen nunca antes alcanzados en la historia de la humanidad.
En esta transición de lo analógico y del papel a lo digital vimos caer grandes medios tradicionales (que hasta ese momento ejercían cierto monopolio en una suerte de traducción vertical, interesada y condescendiente a la comunidad, de toda la información que manejaban. Algunos desparecieron como los gigantes dinosaurios del jurásico que no se pudieron adaptar al nuevo entorno; otros se transformaron en diarios digitales con diferente suerte. Parecía que, en el nuevo paradigma dominado por la complejidad, el flujo digital de la información estaba destruyendo los antiguos monopolios y oligopolios. Sin embargo, ello no resultó ser así y grandes fuerzas centrífugas no muy visibles al comienzo, contrarrestaron cada vez más la inicial entropía informativa y de la mano de algoritmos y complejos programas informáticos, los grandes proveedores de servicios digitales, por debajo del aparente desorden de la red iban imponiendo un orden nuevo, imperceptible al comienzo pero mucho más sólido de lo que cualquiera pudiera imaginarse.
Los intelectuales hablaban de los riesgos de la post-modernidad: La saturación informativa que es la sobreabundancia innecesaria de datos a veces irrelevantes; la polución informativa que consiste en la desvirtuación de la información con la inclusión de datos contradictorios o falsos y del control elitista de la información. Elitismo, saturación y polución se des-construían y asumían nuevas formas para controlar la difusión del conocimiento por los nuevos medios de comunicación.
¿Cómo contrarrestar estos vicios? ¿Cómo contraponer a la saturación informativa, la divulgación genuina; a la polución informativa su articulación o contextualización y al elitismo el uso de herramientas hermenéuticas que decodifiquen en la multitud de datos, la intencionalidad o finalidad de quienes construyen el discurso informativo?
Entre los avatares de la información genuina, aunque se divulgue con seriedad; se encuentra la contra-información en una dialéctica neutralizante, en la que siempre sale ganancioso quien sólo desea confundir, sacar de contexto y controlar la información; pues sólo basta sembrar la duda y como suele decirse en el mundo periodístico cubrir algo tan grande como un elefante, con una manada de elefantes; que para colmo, en el mundo virtual son fácilmente conseguibles.
A la famosa tríada integrada por lo bueno, lo bello y lo verdadero; suele confrontarse el relativismo que pone en duda los valores del bien, de la belleza y la verdad. Un relativismo que no distingue la trascendencia de la vida, ni del bien, que equipara lo soez con el arte y que confunde la verdad con la mentira mediante la falacia. A ello coadyuva la aceleración del mundo postmoderno que reduce los tiempos de la reflexión a breves lecturas de pantalla y el idioma a emoticones, generando un mundo de analfabetos funcionales y discapacitados morales que aceptan lo inaceptable por el sólo influjo de la propaganda implementada desde los centros de un poder controlador, casi omnímodo y para muchos hasta escatológico.
La respuesta a este desafío: volver a las fuentes clásicas, recuperar la reflexión, el amor a los libros y a lo que ellos brindan. En otras palabras pasar de la información a la formación como la manera más eficiente de ofrecer una ventana, por más pequeña que fuere, para asomarse a la realidad, para entenderla y en su caso para intentar recuperar las ideas que reflejen el bien, la belleza y la verdad. Crear un pequeño espacio en el que pueda encontrarse la poesía, la reflexión, la literatura, el ensayo, la ciencia y el arte. Éste es el espíritu que inspiró esta segunda etapa de nuestro emprendimiento y que expresamos en una editorial que compartimos y titulamos “Sobre libros, editores y Lectores”. Seguramente no alcanzamos nuestro objetivo, pero tal vez nos vamos acercando un breve paso. Sean los lectores quienes juzguen y critiquen nuestra tarea en aras de ayudarnos a mejorar. A ellos nuestro agradecimiento y a ellos les ofrecemos los artículos más leídos, cuya selección que ponemos a disposición nuevamente, para quienes generosamente se animaron a ingresar a las reflexiones propuestas; es por ello que deseo terminar, transcribiendo las últimas palabras la editorial antes citada, que previene lo siguiente:
“Todavía hoy, muchos piensan que cada palabra, idea o frase contenida en un libro puede afectar la conciencia y desencadenar la ‘visión de Pan’, despabilando al verdadero hombre o mujer que subyace en la persona que lee. Umberto Ecco puso en boca de uno de sus personajes en la novela ‘El Nombre de la Rosa’, una advertencia que reza: ‘no todas las verdades son para todos los oídos ni todas las mentiras pueden ser reconocidas como tales por cualquier alma piadosa’. Esta idea -como lo sugiere la novela-, inspiró en la imaginación del escritor el incendio de la biblioteca del convento de su relato; tal vez una paráfrasis del fuego que destruyó a la Biblioteca de Alejandría y a tantas otras en diversas épocas y lugares. Sin embargo, indiferentes a las amenazas y resignados a la caída y al destierro, unos pocos persisten en buscar y resguardar el conocimiento; arcano al cual sólo se puede acceder luego de años de paciente aprendizaje que preparan al espíritu humano para el saber, ya que ningún grimorio abre sus secretos al neófito. El camino está reservado para los que asuman el riesgo de recorrerlo. Infinitos libros esperan en silencio a sus futuros lectores; a esos hombres y mujeres está dedicado este ‘Diario de Libros’; imaginado como un punto de encuentro entre espíritus de diferentes tiempos. Que así sea.”
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