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Un Regalo de Navidad [SEPA] Se asocia a la literatura con la imaginación, con la creación de universos mentales en los cuales puede suceder lo imposible, con la palabra hablada o escrita, ya sea que se hubiere registrado sólo en la memoria o en la piedra; ya sea en el efímero papel de los libros o en los inasibles soportes magnéticos del presente. Presa de la finitud propia de la naturaleza humana, la literatura sigue presente. ¿Qué es este extraño fenómeno espiritual? La palabra, ni más ni menos. La palabra que recrea o duplica el mundo que nos rodea para poder compartirlo con nuestros semejantes, la palabra que imagina o prefigura lo que no existe, la palabra que representa nuestro esfuerzo por perdurar más allá de nuestras vidas, la palabra que vaticina, que divierte, que explica, que emociona, que lastima o que consuela. La palabra que los libros custodian. El conocido profesor canadiense Marshall McLuhan (1911-1980) autor de maravillosos libros como “La Galaxia Gutenberg” y “Guerra y Paz en la Aldea Global”;había profetizado en la década del 60 del siglo XX la muerte del libro; frente a la aparición, entonces incipiente, de los medios masivos de aire como la televisión y la radio. Habló del regreso de la cultura oral y del fin de la era tipográfica. Para el pensador canadiense estábamos a las puertas de una nueva edad media. El “Homo Tipográfico”, fruto de la imprenta de Johannes Gutenberg (1400-1468) e impulsor del renacimiento, se enfrentaba a su extinción después de 500 años. El libro había evolucionado desde las tablillas de barro es Sumeria, a los antiguos rollos de pergamino y papiro que poblaban la Biblioteca de Alejandría en la edad antigua, a los códices manuscritos del medioevo que resguardaban los conventos. Fue con la imprenta de Gutenberg que estos últimos pudieron multiplicarse geométricamente y hacer accesible su contenido a muchísimas más personas, divulgando el conocimiento y preparando las revoluciones tecnológicas. |
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¿Qué dice Wikipedia? |
¿La idea de progreso generada en el renacimiento, el imperio de la razón pretendido por el iluminismo y el ingenuo optimismo de la ciencia decimonónica, en la visión de Marshall McLuhan estaba llegando a su fin como consecuencia de los propios avances de la tecnología? ¿Cómo podría sostenerse una visión tan pesimista cuando a finales del siglo XX, el avance de la informática hizo un salto cualitativo, no ya geométrico sino exponencial en relación a la divulgación, multiplicación y accesibilidad del conocimiento? La respuesta pesimista que McLuhan presintió está en la misma tecnología. Un libro es un objeto físico manejable a escala humana, ofrece datos controlables por su lector y nada indaga de su dueño, es una máquina del tiempo que puede conectar espíritus distantes. El mundo informático de la web genera y ofrece una cantidad exponencial de información que un simple usuario no puede aprovechar. Este fenómeno no es algo estático sino dinámico; se comporta como un monstruo que se alimenta del usuario ofreciéndole los pocos datos que desea y que su mente puede procesar; pero a cambio de ello lo llena de estímulos y recaba de él muchos más datos de lo que se imagina. Sin enterarse, el portador de un celular o el dueño de una PC alimentan la red con una cantidad crítica de información personal que desnuda su psicología profunda, sus tendencias, sus gustos, sus ideas y sus debilidades. Es una relación asimétrica y tóxica; porque los algoritmos tienen además la posibilidad de “hackear” la mente del usuario sin que éste siquiera se entere e inducirlo en su conducta. Existe en la posmodernidad un vasallaje más intenso que el medieval, pues a diferencia del siervo de la gleba, el vasallo del siglo XXI no es consciente de su condición y, peor aún, la anhela. Hoy no es necesario quemar libros ni personas; porque por medio de los algoritmos que orientan la conducta de los usuarios de internet, es más fácil ocultar el dato que se desee, aunque estuviere disponible y teóricamente accesible. Por otro lado, la operación exponencial que genera el universo de datos disponibles tiene como contrapartida la operación logarítmica; con la que, desde el universo infinito de datos consultados puede llegarse a identificar a cualquier usuario y a lo él que hace en la red. ¿A nadie le llama la atención que luego de haber comprado un libro de cocina en una librería, le lleguen propagandas de recetas por e-mail o al abrir su PC? Se ha naturalizado la indiscreción y la violación de la intimidad, al punto que una analista informático está en condiciones de hacer un perfil psicológico de cualquier internauta, mejor que su propia madre. Que a nadie engañe la proliferación de libros publicados, porque son similares en su mayoría; escritos a partir de técnicas de marketing que husmean en el “gusto dominante” de la gente, que a su vez es orientado desde la cúspide de los feudos modernos que dominan la comunicación. |
Hoy podemos entender el sentido de la nueva edad media que profetizaba McLuhan y, al igual que en aquella época, habrá que construir conventos para resguardar los libros de su destrucción, del olvido o de la censura invisible. Nuestro pequeño refugio, perdido en la inmensidad de la red, pretende hacer honor a ese espíritu medieval de resistencia y recibir, como antes lo hacían los espacios consagrados de los templos y conventos, a los escritores desterrados de la débil y hackeada memoria colectiva del presente. En cada una de sus celdas, podrán encontrar a Leopoldo Lugones junto a Roberto Arlt, Arthur Machen, Gilbert Keith Chesterton o Edgar Allan Poe; a los poemas de William Butler Yeats, Alfonsina Storni, William Blake, Claudio de Alas o Exequiel Martínez Estrada; a las historias de la Historia; a las ideas de la ciencia y, por qué no, a las ideas desterradas de la ciencia. Guiado por el disfrute de nuestros lectores, les ofrecemos en este número los tres artículos más leídos del año que termina, en cada rubro y les deseamos una feliz navidad y un próspero año nuevo. |
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