Sobre losTemplarios
[SEPA/FV] La historia, en parte legendaria, en parte literaria y en parte verídica de la Orden de los Pauperes Commilitones Christi Templique Salomonici (Orden de los Pobres Compañeros de Cristo y del Templo de Salomón), cuyos miembros son conocidos como Caballeros Templarios, tiene su origen en al año 1118 ó 1119 cuando nueve caballeros franceses liderados por Hugo de Payns, deciden después de la primera cruzada, proteger la vida de los cristianos que peregrinaban a la recién reconquistada Jerusalén. La orden fue inicialmente reconocida por el Patriarca latino de Jerusalén Garmond de Picquigny y recién aprobada oficialmente por la Iglesia Católica en el año 1129 durante el Concilio de Troyes.
Cruz Templaria
Autorizados en 1147 por el Papa Eugenio III a llevar como distintivo un manto blanco con una cruz roja que simbolizaba tanto la sangre y el martirio de Cristo como su muerte y resurrección; recorrieron y dominaron las rutas del mediterráneo que conducían al Santo Sepulcro hasta que la orden fue disuelta un 3 de abril de 1312. Se sabe que sus miembros fundadores fueron nueve caballeros: Hugo de Payens, Godofredo de Sainr Omer, Godofredo de Bisol, Payen de Montdidier, André de Montbard, Arcimbaldo de Saint-Amand, Hugo Rigaud, Gondemaro y Rolando.
Obras sobre los templarios: Existen muchas obras interesantes sobre esta orden militar de sacerdotes, por ejemplo la obra de Piers Paul Red publicada en inglés en 1999 “The Templars”, que la crítica consagró como un thriller apasionante, la obra de Eduardo Jorge Arcuri “Templarios” (El arte de las finanzas); que constituya una amena historia que hace hincapié en aspectos poco difundidos de la orden como el manejo de sus finanzas, la obra de Helen Nicholson, profesora de la Universidad de Cardiff y especialista en el estudio de la Orden del Templo de Salomón quien en 2006 publicó “Los Templarios” (una nueva historia) libro ameno y documentado que refiere los últimos hallazgos sobre los templarios, sus orígenes, evolución, organización y vida interna, las riquezas que acumularon, el dramático proceso en que fueron injustamente condenados y los mitos sobre sus misterios y sus tesoros. También encontramos al investigador español Juan G. Atienza que escribió sobre el origen, esplendor y caída de esta orden mítica y enigmática, explorando el universo oculto de la misma y sus verdaderos fines o auténticas intenciones.
Sello de la Orden
En el ámbito de la ficción literaria juvenil se publicó en 2019 una nueva entrega de la colección de Manuales Hachette dedicados a la orden de los Templarios de la saga “Assassins Creed”; que estimula a los jóvenes lectores con una arenga que reza: ¡Ponte de nuevo a prueba y disfruta con estos pasatiempos y juegos de ingenio! Aprende todo lo que tienes que saber sobre los Templarios para poder ser aceptado en esta orden como el caballero que eres. Para ello, realiza las 100 pruebas, test y pasatiempos que te propone este manual para conocer el mundo de los Templarios. Esta orden, convencida de que solo manipulando a las masas la humanidad se salvará, ha diseñado a lo largo de su historia todo tipo de planes y estratagemas para desmantelar a quienes opinan justo lo contrario: la Hermandad, su eterna rival. Conviértete en un leal caballero templario y sorprende y vence a cualquier objetivo enemigo que se ponga en tu camino.
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Y por último, para citar una obra clásica de una lista que podría ser interminable, tenemos disponible en re-ediciones modernas las “Dissertaciones históricas del orden y cavallería de los Templarios” publicada en 1747 de Don Pedro Rodríguez Campomanes y que constituye un resumen histórico de sus principios, fundación, instituto, progresos y extinción en el Concilio de Viena. Incluye un apéndice o suplemento en que se pone la regla de esta orden y diferentes privilegios de ella, con muchas disertaciones y notas tocantes no sólo a esta Orden, sino a las de San Juan, Teutónicos, Santiago, Calatrava, Alcántara, Aris, Montesa, Cristo, Monfrac y otras iglesias y monasterios de España.
La leyenda literaria: Si existe alguna leyenda interminable y que se renueva con el paso del tiempo, es la de los templarios en cada uno de sus momentos históricos; por ejemplo, se ha especulado sobre la cantidad de sus miembros fundadores. Algunos se preguntaron si su número inicial de nueve miembros fue producto de la casualidad o sus fundadores abrevaban en viejas leyendas cristianas pretendiendo dar algún significado a esta circunstancia o escondía algún otro sentido esotérico. Si hubieran sido 12 como los apóstoles de Cristo, alguno tendría que haber ocupado la silla número trece que pertenecía a Judas; razón más que importante para descartarlo.
Haya sido casual o no el número 9, éste tiene algún encanto matemático. Es el mayor número natural de una cifra; uno de los preferidos por Pitágoras por su extraña condición de ser el resultado de un cuadrado (3x3=9) y porque, pese a que no es perfecto -dado a que la suma de sus divisores (1+3+6) no da 9 sino 10-, esta falla fue dispensada porque… Pitágoras adoraba al número 10. Sin embargo es probable que Hugo de Payens poco supiera de matemáticas, ciencia que sus sucesores dominaron al menos en sus operaciones básicas, pues se convirtieron en los mayores prestamistas de la Edad Media creando el Primer Banco Internacional. También es probable que en aquellas épocas, que todavía eran fértiles en leyendas cristianas no autorizadas, los templarios hayan querido identificarse con los Reyes Magos del oriente que ofrendaron regalos al niño Jesús a poco de nacer. |
Para la tradición más aceptada actualmente eran tres (Melchor Gaspar y Baltazar), para algunas sectas cristianas eran cuatro (el cuarto era Artabán) y para otras eran precisamente… nueve (los cinco nombres restantes se desconocen).
Tal vez sea una coincidencia o una creación de la imaginación popular que, luego de su caída causada por la conspiración de Felipe IV (absurdamente llamado el hermoso y esposo de Juana la loca injustamente recluida por ser considerada falsamente loca); sólo nueve templarios hayan huido a Escocia escapando de la persecución, siendo refugiados por un grupo de albañiles que los escondieron salvándoles la vida. De allí surge que en agradecimiento organizaron su gremio y les legaron los supuestos secretos que los habrían condenado frente a la Iglesia, que toleró la traición de Felipe IV.
Los templarios habían sido acusados de múltiples herejías, aunque Clemente V, el Papa que disuelve la orden tuvo una actitud vacilante, pues nunca estuvo convencido de la culpabilidad de la Orden del Temple. El gran maestre Jacques de Molay y el resto de los templarios arrestados, muchos luego ajusticiados o quemados vivos, fueron luego absueltos por el pontífice. La Orden nunca fue condenada, sino disuelta, fijando la pena de excomunión a quien quisiera reeditarla. El papa Clemente V no creyó en las acusaciones de herejía, por ello, permitió recibir los Sacramentos a los templarios ajusticiados. Sin embargo, fueron ajusticiados en la forma que la jurisdicción canónica establecía para los herejes relapsos (aquellos que, después de confesar, se echan atrás en sus confesiones). Clemente V negó las acusaciones de traición, herejía y sodomía con las que el rey de Francia acusó a los templarios. No obstante, convocó el Concilio de Vienne para confirmar dichas acusaciones. El proceso y martirio de templarios fue un “sacrificio” para evitar un cisma en la Iglesia católica, que no compartía gran parte de las acusaciones del rey de Francia, y muy especialmente de la Iglesia francesa. Las acusaciones fueron falsas y las confesiones conseguidas bajo torturas.
Uno de los aspectos en los que la orden destacó fue por la creación de un sistema socio-económico sin precedentes en la historia integrado por la más importante flota del Mediterráneo, una red de comercio fija y establecida e innumerables posesiones en Europa para mantener en pie un flujo de dinero constante que permitiera subsistir al ejército defensor en Tierra Santa.
Recibió donaciones por parte de aquellos que querían asegurarse un lugar en el cielo: posesiones, bienes inmuebles, parcelas, tierras, títulos, derechos, porcentajes en bienes, e incluso pueblos y villas enteras con sus correspondientes derechos y aranceles. Muchos nobles europeos confiaron en ellos como guardianes de sus riquezas e incluso muchos templarios fueron usados como tesoreros reales. Fue el caso del reino francés, que dispuso de tesoreros templarios que tenían la obligación de apersonarse en las reuniones de palacio en las que se debatiera el uso del tesoro.
Para mantener un flujo constante de dinero, la Orden tenía que tener garantías de que el capital no fuera usurpado o robado en sus desplazamientos. Con este fin, estableció en Francia una serie de redes de encomiendas, repartidas prácticamente por toda la geografía francesa y que no distaban más de un día de viaje unas de otras. Así se aseguraban que los comerciantes durmieran siempre a resguardo bajo techo y garantizar la seguridad de sus caminos.
Crearon un sistema de mercado, convirtiéndose ante la escasez de moneda en Europa y ofreciendo en sus tratos intereses mucho menos usurarios que los ofrecidos por los mercaderes judíos. Crearon libros de cuentas, la contabilidad moderna, los pagarés e incluso la primera letra de cambio. En esta época pesaba mucho la idea de transportar dinero en metálico por los caminos y la Orden dispuso de documentos que autorizaban a recoger una cantidad anteriormente entregada en cualquier otra encomienda de la orden. Solamente hacía falta la firma, o en su caso, el sello. No deja de ser una sospechosa casualidad que el mentado Felipe IV autodenominado el hermoso, era uno de los mayores deudores de la orden.
Las historias y mitos templarios son inagotables y aquellos que quieran abrevar en estos temas pueden consultar, entre otras muchísimas obras, la ya citada obra de Joan G. Atienza accesible en la web y cuyo enlace compartimos.
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