[SEPA - El Peso] Nacer católico y morir heterodoxo, fue el destino del sacerdote jesuita Salvador Freixedo (1923-2019) que sorprendió a propios y extraños cuando después de más de 30 años de haber iniciado su camino de fe a los 16 años en la Compañía de Jesús de San Ignacio de Loyola, fue excluido de la orden por dedicarse a escribir sobre temas polémicos en relación al dogma católico y luego abordar otros, que bien podrían transformarse en el argumento de la más estrafalaria distopía literaria o película fantástica.
Muerto recientemente el pasado 25 de octubre de 2019, muchos lo recordarán como una suerte de personaje extravagante que nos hace evocar -por su aspecto físico-, al científico Emmett Brown de la Trilogía fílmica “Volver al Fututo” de Robert Zemeckis. No en vano, quien lo haya conocido o escuchado, tendría derecho a preguntarse si Zemeckis pudo haberse inspirado en su estampa de genio loco, para imaginar al científico viajero tiempo. Sea cual fuere la respuesta puede advertirse que las ideas del jesuita son tanto o más radicales que una simple máquina del tiempo.
Sin perjuicio de ello, podemos advertir que, al igual que su extrañamente parecido alter ego ficcional, tuvo una vasta formación que incluyó estudios de Humanidades en Salamanca, de Filosofía en la Universidad de Comillas (Santander, España) de Teología en el Alma College de San Francisco (California), de Ascética en el Mont Laurier (Quebec, Canadá), de Psicología en la Universidad de los Ángeles (California) y en la Universidad de Fordham (Nueva York). A la par de sus estudios ortodoxos fue tal vez uno de los mayores conocedores de las diferentes filosofías y religiones del mundo y un profundo conocedor de todo aquello que la ciencia -en su estado actual-, elude o no intenta explicar.
No es la primera vez que, en el seno de la Compañía de Jesús, algunos sacerdotes abrevaron en fuentes heterodoxas para bucear por los misterios del mundo. Ejemplo de ello fue Pierre de Teildhar de Chardin (1881-1955), conocido paleontólogo y filósofo cuyos aportes intentaron conciliar la idea biológica de la evolución con la ortodoxia religiosa, para proponer la tesis de la “evolución finalista” o dirigida de manera unilineal por impulso de una fuerza directriz ya sea interna o externa y que culminaría en lo que dio en llamar como “Punto Omega”, expresión con la que describe el punto más alto de la evolución de la conciencia como el fin último de la misma. A Teildhar de Chardin, debemos también el desarrollo concepto de “noosfera” -hoy en boga- que supo plantear el científico soviético Vladimir Vernadsky (1863-1945), agregando el mismo a los conceptos de geósfera y biósfera. El concepto de Noosfera se utiliza hoy para indicar la inteligencia e información que genera o contiene el globo y que lo rodea como una nube virtual.
Video: La granja Humana de Salvador Freixedo
Otro ejemplo de esta heterodoxia jesuita, fue el sacerdote Ismael Quiles (1906-1993) quien incursionó en estudios sobre orientalismo y prácticas ocultismo que supo compartir en diferentes conferencias dictadas sobre todo en Argentina, país en el cual generó una verdadera escuela de seguidores, aunque en sus últimos días resaltó su total devoción al dogma cristiano renegando incluso de muchas sus primeras investigaciones.
El caso de Salvador Freixedo fue diferente. En su casi centenaria vida, sus actitudes valientes le granjearon no pocos sinsabores. Así por ejemplo, estando asignado a Cuba publicó durante el gobierno dictatorial de Fulgencio Batista en 1957 su primer libro titulado “40 casos de injusticia social”, lo que le valió su expulsión de la isla. Residiendo en 1968 en Puerto Rico, escribió “Mi iglesia duerme” libro en el que denunció el escaso espíritu evangélico de algunos de sus dirigentes así como la irracionalidad de algunos de sus dogmas y por ello fue excluido de la Compañía de Jesús. En 1970 apareció en Venezuela su libro: Amor, Sexo, Noviazgo, Matrimonio, Hijos: Cinco Realidades en Evolución (Mitos religiosos en las relaciones humanas). Por influencias episcopales, el partido social-cristiano en el poder lo encarceló y posteriormente lo expulsó del país.
Sin embargo y a pesar que sus publicaciones superan las tres decenas, dos de ellas han alcanzado una difusión global y provocado una polémica cuyos ecos todavía resuenan. Estamos hablando de sus libros “¡Defendámonos de los dioses!”, Publicado en 1984 y “La granja humana (Ellos, los dueños invisibles de este planeta)”, publicado en 1988.
“…Allí defiendo que los hombres no sólo no somos los “reyes de la creación” como nos habían dicho, ni las criaturas más inteligentes del Universo, sino que ni siquiera somos los reyes de este planeta que habitamos, ni las criaturas más inteligentes de él. Defiendo también que la humanidad, por más que esto hiera nuestro amor propio, no es sino una granja que pertenece a otros seres más inteligentes que nosotros, que también habitan este planeta y que son los verdaderos reyes de él. Estos seres son de ordinario invisibles (aunque se hacen visibles cuando quieren) y son los llamados ángeles o demonios en el cristianismo y devas, asuras, etc. y en otras religiones; y son los que vulgarmente reciben el genérico nombre de “espíritus”. Estos seres son los que están, dentro de las escalas cósmicas, en un peldaño superior al nuestro lo mismo que nosotros estamos un peldaño más arriba de los animales y lo mismo que éstos están un peldaño más arriba de los vegetales y éstos de los minerales, aunque en el fondo todos estemos hechos de los mismos materiales. Es sólo cuestión de organización del “caldo primigenio” de que está hecho todo el Cosmos. Estos seres nos usan -y ésta es una palabra clave- lo mismo que nosotros usamos a los animales. (Sin que por ello tengamos necesariamente que odiarlos y sin que, por otro lado, nos retraigamos de matarlos si es que ello nos resulta conveniente). Estos seres tienen también “principios éticos” (que al igual que nosotros pueden violar); pero esos principios éticos se aplican sólo entre ellos, al igual que los humanos sólo aplicamos nuestros principios éticos entre nosotros y no los extendemos a los animales. Estos seres más inteligentes que nosotros, disimulan su presencia en el planeta y nos hacen creer que nosotros somos los que mandamos aquí, cuando en realidad nosotros, globalmente hablando, sólo hacemos lo que ellos quieren que hagamos, Y de hecho nos tienen programados para ello. Reconozco que todas estas tremendas afirmaciones, al que se encuentra por primera vez con ellas, le tienen que sonar a ciencia ficción o a charlatanería….”
Lo interesante de las ideas de Freixedo es que admiten diferentes niveles de análisis; ya que existen lectores que lo toman al pie de la letra y que se adentran en leer y estudiar las numerosas razones y pruebas que acumula en pos de demostrar sus diferentes tesis propuestas en sus publicaciones e intervenciones públicas.
Pero también existen quienes lo leen a nivel filosófico, ya que interpretan que sus ideas son una versión desarrollada y casi novelada de la tesis del filósofo argentino Alberto Rougés (Tucumán 1880-1945), quien en su obra “Las jerarquías del ser y la eternidad” (publicado en 1943) afirmó que los grados de la eternidad se manifiestan en todos los seres, desde la mínima del ser físico hasta la máxima del ser espiritual. Rougés analiza las diferencias entre mundo físico y la realidad espiritual; afirmando que el primero es de naturaleza instantánea, de modo que puede reducirse a un ser sin devenir (mecanicismo), o a un devenir sin ser (fenomenismo); mientras que el mundo espiritual posee la duración del pasado que se conserva y la del porvenir que se anticipa. El mundo espiritual se orienta hacia la eternidad en una suerte de presente infinitamente rico. Plantea también una suerte de escala jerárquica del ser cuya base sería el mundo físico inanimado y los diferentes escalones: el mundo vegetal, el animal, el hombre y la divinidad (ver: José Ferrater Mora: Diccionario de Filosofía - Tomo II Editorial Sudamericana Buenos Aires -1971).
Por último, también se interpreta la obra de Salvador Freixedo como una temeraria y compleja alegoría del mundo actual. Una alegoría es un recurso literario y filosófico que se ha empleado a lo largo de la historia humana para explicar la sombría naturaleza de los problemas humanos, mediante una sucesión de metáforas que transfieren el sentido profundo de la imagen utilizada como referencia (por ejemplo la de una granja con animales) para referirse a una sociedad encarcelada, cuyos carceleros ni siquiera se toman el trabajo de odiarla (lo que le daría al menos cierta entidad) sino simplemente de usarla; como hoy muchos hombres usan sin remordimientos a sus propios congéneres y a los restantes seres de la naturaleza.
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